En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 7 de Mayo de 2013:
Hoy
les proponemos (re) pensar un poco cuatro o cinco términos que son de
gran importancia en nuestra tarea y que usamos, a veces, (casi) sin
pensar: “evaluar”, “aprendizajes”, “planificar”, “enseñanza” y “reflexionar”.
¿Cómo?
¿No es eso lo que el Blog propone hace ya más de un año? Sí, pero hoy
lo vamos a hacer de otra manera, digamos “desde otro lugar” o, mejor
dicho, poniendo las palabras en otro lugar,
en otro orden. Aún así suena a una tarea titánica pero esta idea de
cambiar el orden de las palabras tiene que ver con un recorte bastante
particular que acota (en mucho) el análisis y lo convierte en, digamos,
posible.
Es
por eso que en este texto no vamos a definir los términos “evaluación”,
ni “aprendizajes”, ni “planificación”, ni “enseñanza”. Ni siquiera
vamos a profundizar en lo relevante que resulta, en nuestras prácticas docentes, el posicionamiento que tengamos sobre esos términos. La idea es, simplemente (pero de una manera no tan simple), invertir el orden en que esas palabras suelen aparecer y ver qué pasa.
Antes
de ver cómo podríamos “re-ordenarlas” para el ejercicio que queremos
proponerles en esta oportunidad, l@s invitamos a pensar cómo suelen
aparecer “ordenadas” o combinadas estas cuatro palabras. Lo más habitual
o lo más fácil pareciera ser juntar “evaluación” con “aprendizajes” y
“planificación” con “enseñanza”. Veamos.
Se ha escrito muchísimo sobre “evaluación de los aprendizajes”
y está muy bien. Tod@s coincidimos (aunque no siempre en los cómo, los
cuándo, los dónde, los porqué o los para qué) en que “evaluar los
aprendizajes” de nuestr@s estudiantes es una de nuestras tareas docentes
y, por cierto, una muy importante. También es probable que tod@s
coincidamos (aunque no siempre en los cómo, los cuándo, los dónde, los
porqué o los para qué) en lo relevante que resulta (tratar de) “planificar la enseñanza” y reflexionar sobre ella.
Sobre
estas dos tareas se ha hablado y escrito mucho, incluso desde este
lugar hemos analizado (o intentado analizar), en alguna ocasión,
aspectos relacionados con las mismas. Ahora, ¿qué pasaría si cambiamos el orden de las palabras? Entonces tendríamos que preguntarnos por dos (nuevas) tareas bien distintas y (al menos) tan importantes como las anteriores: “evaluar la enseñanza” y (tratar de) “planificar los aprendizajes” y reflexionar sobre ellos.
Como cambia el sentido, no?
En esta (nueva) manera de pensar (y de actuar) tendríamos que imaginar (y utilizar) estrategias
para “evaluar” nuestros objetivos, nuestras prácticas, nuestras
propuestas; así como su relevancia, su pertinencia, su eficacia y, si fuera necesario, tendríamos que utilizar los resultados de esa evaluación para tomar decisiones fundamentadas de mejoras y cambios. Del mismo modo, deberíamos intentar planificar qué, cómo, cuándo y dónde aprenden nuestr@s estudiantes; lo que es, evidentemente, muy difícil y nos veríamos obligados a reflexionar sobre lo que real y efectivamente aprendan y a analizar las diferencias con lo que planificamos o esperábamos.
¿Es
más trabajo? Sí. ¿Es más complejo? Sí. ¿Lleva más tiempo? Sí. ¿No
podemos “copiar y pegar” de una planificación vieja o de “la prueba del
año pasado”? No. Pero puede sernos de gran ayuda para mejorar nuestras prácticas y ser cada vez más facilitadores de aprendizajes, cada vez más significativos, en nuestr@s estudiantes, cada vez más autónomos.
L@s invitamos, entonces, a invertir la lógica: evaluar la enseñanza y (tratar de) planificar los aprendizajes y reflexionar sobre éstos.
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