En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 13 de Noviembre de 2012:
Es sabido que much@s docentes no preparan sus clases. Es común escuchar a colegas decir “esa clase ya la di muchas veces, ya me la sé de memoria”. Hay docentes que alguna vez prepararon sus clases y año tras año las repiten, utilizando los mismos apuntes con sus hojas ya amarillentas.
Pero también es real que hay docentes que cada año replanificamos nuestras clases,
las repensamos, las adaptamos a l@s nuev@s estudiantes, al nuevo equipo
docente, a los nuevos conocimientos, al nuevo contexto.
Como
ya dijimos en alguna entrada anterior, este texto podría ser más
divertido si nos dedicáramos a criticar a l@s docentes del primer
párrafo pero, una vez más, elegimos la autocrítica y la reflexión sobre nuestras prácticas para mejorarlas.
Si
bien es verdad que algun@s docentes pensamos y planificamos (en el
mejor de los casos por escrito) nuestras clases, no es menos cierto que muchas veces terminamos estructurando una clase muy parecida a la del cuatrimestre o año anterior.
Por supuesto que la clase es distinta, l@s estudiantes son otr@s, el
contexto es otro y “pasan otras cosas” (todo eso que, entre otras
cuestiones, hace mágico nuestro trabajo) pero las
actividades que propusimos a nuestr@s estudiantes, las herramientas y
habilidades que esperábamos que utilizaran y las estrategias didácticas
que utilizamos nosotr@s fueron (casi) las mismas.
Sabemos
que armar nuevas actividades, planificar nuevos escenarios o diseñar
nuevos instrumentos que den cuenta de las nuevas propuestas requiere
tiempo y que éste es un factor que, muchas veces, condiciona o incluso
determina algunas de nuestras prácticas; pero también sabemos que cada clase es una oportunidad y que, como docentes a l@s que nos interesa facilitar los aprendizajes de nuestr@s estudiantes, no podemos desaprovecharla.
Si
en dos clases seguidas (al cuatrimestre o año siguiente) de un mismo
tema, planteamos (y desarrollamos) una clase de la misma manera, con las
mismas estrategias didácticas, perdimos una oportunidad única de
experimentar, de explorar, de innovar, de aprender.
De aprender de nosotr@s mismos, de aprender de nuestr@s estudiantes (de
otra manera), de aprender de las (nuevas) actividades, de los (nuevos)
dispositivos, de “lo que generaron”.
Además
estamos convencid@s que este tipo de innovaciones hacen que la clase
sea mucho más entretenida, que l@s estudiantes y nosotr@s nos divirtamos
más y eso aumenta la motivación nuestra y de ell@s. Alguna vez nos
invitamos (a los largo de tres entregas) a variar las estrategias (las
herramientas, las actividades) que les proponemos a un determinado grupo
de estudiantes, ahora nos proponemos variar las estrategias (las herramientas, las actividades) que utilizamos en un tema o clase cuando tengamos un grupo diferente.
Obviamente que ese grupo no lo va a considerar un cambio porque no estuvo “la vez anterior”, pero nosotr@s sí y si ese cambio nos permite aprender más, nos hace mejores docentes (con más estrategias y más conscientes de ellas) y nos motiva más para realizar nuestra tarea de la mejor manera posible, sin dudas que repercutirá en nuestr@s estudiantes favoreciendo en ell@s aprendizajes cada vez más significativos.
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