En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 9 de Octubre de 2012:
Hace unos meses, en la entrada “En la variedad está la diversión (y la posibilidad de aprender)”, comentamos que, por una cuestión de espacio (tres partes ya era bastante), quedó afuera el relato de una experiencia en la que l@s estudiantes cuentan en primera persona sus aprendizajes.
En el marco de una actividad de escritura colaborativa (que no viene al caso relatar en este momento, pero podrá ser parte de una entrada futura) realizada en mitad de una cursada, se les pidió a l@s estudiantes que escribieran sobre algo que hubieran aprendido cursando una determinada materia. Para ser más exactos la consigna de esa parte de la actividad decía:
Pensá
y mencioná algo que hayas aprendido cursando esta materia (puede ser un
aprendizaje de contenidos, uno de tipo actitudinal o uno de tipo
procedimental) y relatá cómo lo aprendiste y qué hiciste para
aprenderlo.
Está
de más decir que la lectura de las respuestas de l@s estudiantes a
preguntas como éstas nos permiten conocer mucho sobre ell@s, sobre
nosotr@s, sobre las estrategias que nuestr@s estudiantes utilizan para
aprender nuestra materia y sobre la adecuación de nuestras propuestas
didácticas a las mismas.
Un dato interesante que surge la lectura de las respuestas, y sobre el que queremos profundizar en este texto, es que una amplia mayoría de l@s estudiantes eligió relatar un aprendizaje no relacionado con los contenidos conceptuales de la materia o relataron dos aprendizajes y uno de ellos era “actitudinal”.
Por
diversos motivos, muchas de las respuestas se centraron en aprendizajes
que tienen que ver con el cada vez más famoso (y lamentablemente, cada
vez más “vaciado” de contenido) “aprender a aprender”. Sin duda, tres de
esos motivos son centrales: el lugar que las propuestas didácticas le conceden al meta-aprendizaje y a la meta-cognición, la variedad en las estrategias utilizadas como forma de facilitar el aprendizaje sobre el valor de usar las diferentes herramientas cognitivas y la relevancia que los estudiantes le otorgan a estos aprendizajes (por sobre los contenidos “conceptuales”) así como la posibilidad de utilizar esos aprendizajes fuera del ámbito de la materia.
En esta línea aparecen respuestas como:
“En
las clases me sirvió mucho hacer las 10 ideas principales de cada tema y
hacer cuadros sinópticos, porque no solo me sirvió para esta materia,
me sirvió para muchas otras”.
“Aprendí que no es tan fácil sacar las ideas principales y que al hacerlo aprendes mucho del tema”
“También en esta materia aprendí a jerarquizar en forma de cuadros sinópticos”.
“Entre
tantas cosas lo más importante fue la jerarquización, a través de
distintos métodos como la implementación de redes conceptuales”.
“Aprendí a jerarquizar la información y poder unir lo que se vio en clase con la bibliografía”.
“Si bien, ya sabía de antes, en esta materia pude aprender a seleccionar las cosas importantes y estudiarlas”.
Otra
cuestión que aparece reflejada en las respuestas es algo que ya
planteamos en entradas anteriores del Blog y seguramente seguiremos
discutiendo: nuestr@s estudiantes son diferentes entre sí, tienen distintas motivaciones y aprenden de maneras diversas. Proponerles actividades que impliquen el uso de estrategias diferentes es una manera de facilitarles el camino de descubrir, cada uno, las herramientas que mejor se ajustan a sus prácticas de aprendizaje y de estudio. Así encontramos respuestas opuestas o diferentes respecto a una misma estrategia, como:
“Aprendí
que es más fácil llegar a una clase con el tema ya leído para tener por
lo menos una idea de lo que se habla y no ir en blanco”.
“A mí me sirve más escuchar la clase, y después leer del apunte (se refiere a la fotocopia del libro)”.
“Aprendí
cual es para mí la forma más fácil de estudio, es decir como prefiero
empezar a conocer un tema. El profesor nos presentó dos métodos
diferentes en las clases. En el primero había que leer sobre el tema y
luego en la clase se explicaba (sic) y en el segundo, primero se nos
explicaba (sic) en clase (tomábamos apuntes, otra cosa que aprendí) y
luego leíamos. A mí me sirvió más la segunda forma para entender mejor
los temas”.
Reflexionar sobre qué aprenden nuestr@s estudiantes y cómo lo aprenden es una práctica absolutamente necesaria para reflexionar sobre nuestras propuestas didácticas y son un insumo central para el análisis de nuestras prácticas docentes y para la toma de decisiones que faciliten la (trans)formación de nuestr@s estudiantes en estudiantes (cada vez) más autónomos y responsables de sus aprendizajes (cada vez) más significativos.
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