jueves, 5 de septiembre de 2019

Cuando sea grande quiero ser yo: Una Apis nulla Apis. Por Renata Di Tullio *


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 29 de Septiembre de 2015:


El texto que a continuación Renata comparte (gentilmente) con nosotr@s lo escribió para postularse a las Becas Instituto Balseiro 2015 para estudiantes secundarios (que afortunadamente ganó) y que proponía a l@s estudiantes escribir un texto que respondiera la pregunta “¿qué vas a ser cuando seas grande?” de una manera original y creativa. Para este Blog, que la acompañó en el proceso, es un placer publicar este texto que esperamos encuentren tan intereante como lo encontramos nosotr@s y como lo encontraron l@s evaluadores que la premiaron con la beca para participar de una pasantía de una semana en sus instalaciones que incluye la realización de experimentos, la visita a laboratorios y la asistencia a seminarios de investigación científica. 

         Ahora sí, el texto de Renata: 

Existe un antiguo proverbio escrito en latín, Una apis nulla apis, que significa “Una abeja sola no es abeja”, frase que elegí como titulo ya que, resume en una oración las reflexiones personales que desarrollaré a lo largo de este texto y aparte el hecho de que este en latín hace que suene más relevante. Los filósofos, los científicos, los sociólogos, y muchas otras figuras pensantes de la sociedad, a lo largo de la historia, han dedicado mucho tiempo y algunos, inclusive, sus vidas enteras al estudio de la educación. Ya uno de los primeros y más reconocidos filósofos, Aristóteles, hablaba de la educación y decía “enseñar no es una función vital, porque no tiene el fin en sí misma; la función vital es aprender. 

Para facilitar la transmisión de mis valores y reflexiones con respecto a la educación, voy a recurrir a remitir todo a una analogía de algo que como alumna de un colegio agropecuario conozco mucho: las producciones. Más específicamente, voy a comparar el sistema educativo argentino con una producción agrícola. Con esto no me refiero a que los estudiantes tengamos las mismas cualidades de reflexión que un vegetal, por más que algunos profesores digan que somos unos zapallos que no entendemos un rabanito; pero sí, un sistema de producción agrario y el sistema educativo comparten características muy parecidas. 

Empecemos por donde suele empezar todo, el principio. Uno nace ya en el sistema en el que es sembrado, limitándonos desde los comienzos la libertad de elegir. Uno permanece bajo la protección de la tierra en sus primeras etapas de vida porque somos pequeños, débiles y recién nos estamos formando. Gracias a todos los recursos intrínsecos que nos da el lugar donde nacemos podemos crecer lo suficiente como para emerger a la superficie, y conocer por primera vez realmente al vasto mundo que nos acompañará inevitablemente por el resto de nuestras vidas. Ahora, ¿qué pasa si justo el suelo donde nací yo, no tiene los nutrientes necesarios, no porque nuestra madre tierra no quiera dárnoslo por supuesto, si no porque las condiciones externas no le dieron la posibilidad al suelo para poder darnos los suficientes recursos? Un suelo con escasos nutrientes hace que emerjamos más lento, que nos cueste más poder salir a la superficie, y encima cuando lo hacemos, vemos que las otras plantas que sí nacieron en suelos ricos en nutrientes, ya emergieron hace rato.  

¿Por qué yo no crecí tanto como el resto? ¿Cuál fue mi problema genético? Mi productor no para de señalar que soy menos productivo que el resto, que estoy más atrasado, que no voy a dar la misma cantidad de frutos que mis compañeros. ¿Para qué voy a dar frutos si nunca lo voy a hacer como el resto? Total, yo soy más chiquito, soy peor, menos inteligente, si los demás pudieron entonces yo también tendría que haber podido. El problema de una planta que se desarrolla de manera más lenta no es genético, es fenotípico. ¿Cómo puede desarrollarse igual que el resto una planta que nació en un suelo carente de nitrógeno? El profesor siempre va a estar orgulloso del alumno que crece más rápido en la cantidad de tiempo que le da el sistema para poder cosecharlo. El alumno que esta “retrasado”, cuyos frutos van a salir después que los del resto, al productor no le sirve, sus superiores le compran la cosecha nada más después de que la planta supero los seis años de primaria y siete años de secundaria. Si para entonces no dió la cantidad de frutos que se esperaba, es un completo fracaso productivo, es una planta que no sirve, es un alumno que no está lo suficientemente capacitado para entrar al mercado. 

¿Y entonces por qué no abonan al estudiante que le cuesta desarrollarse más que al resto? “Y, mirá, el abono está caro, fertilizar requiere mucho tiempo, de un seguimiento del estudiante, a mi como productor no me es rentable invertirle tanto tiempo en un solo individuo, aparte a mi me pagan por cantidad no por cualidad, los estudiantes se venden por kilos, por toneladas”. La mayoría de los profesores, para que el sistema les de mas dinero, trabajan en varios cultivos, lo que les da menos tiempo para cuidar a cada uno, total lo que importa es lograr que las plantas entren al mercado para que después ellas mismas mantengan o aumenten el valor al que se las vendió. Obviamente las plantas más inteligentes van a la universidad y entran con un valor agregado mayor al mercado, donde quienes los contratan siempre van a exigir que les den sus frutos mas nutritivos.  

¿Qué pasa cuando en nuestros cultivos salen ideas que no les sirven? A los profesores se les enseñó toda la vida que a la maleza había que eliminarla, todo lo que no sea el cultivo específico que están produciendo, compite con la formación que necesitan darle a los estudiantes, y por consecuencia deben ser eliminados. Entonces, ¿a qué se llama un mal alumno? ¿un mal alumno nace o se hace? Rousseau decía muy sabiamente “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. No nacemos malos alumnos, nos hacemos malos alumnos. Pero, ¿para qué sirve un mal alumno? ¿a quién le sirve? Lamentablemente, al resto de los alumnos 

Para que un productor califique a un alumno como productivo, sí o sí lo está comparando con el resto de su cultivo. Cuantas veces he escuchada que un alumno sabe más y otro menos. El conocimiento no es cuantitativo! Es mentira que nuestras notas nos califican, las notas son un método del sistema para clasificarnos, no calificarnos. Los que dieron más frutos son los arboles diez y nueve, los árboles tres y dos terminados los doce años de enseñanza primaria y secundaria no rindieron los frutos suficientes, son los arboles inservibles. Si yo soy un alumno tres, no puedo entrar al mercado con el mismo valor que el resto, para que voy a hacer un terciario si como mucho voy a llegar a valer cuatro o cinco, hay otras plantas que están muchísimo mas adelantadas que yo, mejor me dedico a permanecer así como estoy en el sistema, es más fácil y requiere menos esfuerzo.  

El que le pone un valor a los frutos que nosotros damos es el mercado, el sistema, si mi producción de conocimientos matemáticos fue evaluada como ineficiente, por más de que me encante producir frutos (que según el sistema, es necesario que yo sepa sí o sí matemática para poder madurarlos) ni loca sigo una carrera que requiera matemática, aunque me guste, a mi me dijeron que no era mi potencial, y si quiero llegar a la altura del resto no puedo perder tiempo en algo que no es mi potencial, a mi me conviene producir los frutos a los que el mercado les da un valor agregado mayor, ahí si que voy a ser un árbol productivo. 

¿Cuál es la mejor planta? Es aquella que crece más, en menos tiempo y con la menor cantidad de recursos posible. Porque los recursos salen plata, y los ciclos productivos hay que cumplirlos, si no la producción no es rentable, no le sirve al sistema, y algo que no le sirve al sistema es inútil, como nosotros los malos alumnos. Cuando nuestra tía Olga, nos diga que una planta para que crezca fuerte y sana le tenemos que dar amor, no tenemos que llevar la mirada al techo y tratarla de loca, es verdad, nosotros las plantas necesitamos amor, contención y paciencia para poder crecer. Por favor, no tiendan a masificarnos, no tiendan a clasificarnos, somos individuos, no 1200 hectáreas de soja.  

Es por eso que cuando sea grande quiero ser yo. Ni el kilogramo número mil doscientos cosechado en julio ni el DNI 40830147, simplemente yo, Renata Di Tullio. 

Renata Di Tullio (@) es estudiante del colegio agropecuario y agroalimentario de la UBA, juega a la pelota desde que sus pies tienen uso de razon y se considera un padawan de la ciencia.

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