miércoles, 18 de septiembre de 2019

Un texto que (no) escribí sobre un texto que (no) escribí.


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 1 de Diciembre de 2015:


Esta es la primera entrada en la historia de este blog que está siendo escrita por una computadora. Parece un chiste pero efectivamente está siendo escrita por una computadora, aunque obviamente, dictada por una persona.

Lo cierto es que todas las entradas anteriores fueron tipeadas por una persona en un ordenador o, en algunos casos, las ideas sueltas fueron primero escritas en un papel con una lapicera (cómo se escribía antes) y luego tipeadas en una computadora, pero en este caso yo estoy hablándole a un micrófono de esos que vienen con auriculares como los que usan l@s recepcionistas o telefonistas. Digamos que estoy pensando en voz alta y una computadora (en realidad un programa, en este caso la herramienta de escritura por voz de Google Drive) está escribiendo lo que yo (pienso y) digo.

Parece increíble pero de hecho estoy mirando la pantalla y viendo como el cursor se mueve al ritmo de lo que yo digo y escribe esta entrada. Ustedes dirán “bueno sí, pero la entrada la estás dictando vos” y sin dudas que esto es cierto pero no puedo dejar de pensar que esto significa un cambio notable. Muchos de nosotr@s usamos herramientas de escritura virtual en nuestras clases o proponemos a nuestr@s estudiantes actividades que implican utilizarlas. Un ejemplo claro de esto es la realización de cuestionarios o trabajos prácticos grupales en Google Drive con el formato de documentos de Google Docs (tipo Word). Much@s estudiantes utilizan este sistema incluso sin que l@s docentes se lo pidamos (ya que lo consideran una herramienta más que útil para hacer trabajos grupales de manera virtual), creando documentos que se comparten a sus casillas de correo electrónico y que pueden ser editados de manera online por los diferentes miembros del grupo. He tenido la suerte de ser participado en alguno de estos documentos que estudiantes (tanto de Escuela Secundaria como Universitari@s) realizaban trabajos prácticos y cuestionarios o producían textos de manera colaborativa, discutían entre ell@s, preguntaban y respondían. Realmente fue maravilloso ver cómo l@s estudiantes interactuaban, ya sea en el mismo documento (dentro del texto, dónde se puede ver el aporte de cada integrante con colores diferentes o las distintas versiones “borrador” como “historial de revisión”), con comentarios al margen (que, a veces, se transformaban en verdaderas “conversaciones”), con sugerencias o en el chat.

Si bien esto no tiene mucho que ver con la herramienta de escritura por voz, pienso que la posibilidad de dictarle a una computadora y que ésta escriba lo que estamos (pensando y) diciendo, significa en sí mismo un cambio trascendental, como lo fue el cambio (o el pasaje) de escribir con lapicera y papel (como tomábamos apuntes antiguamente) a escribir directamente en una computadora, en una notebook, netbook, tablet o en algún dispositivo electrónico, como los teléfonos inteligentes. Incluso much@s colegas ya utilizan de manera habitual alguno de estos dispositivos para tomar apuntes.

Es evidente que los procesos cognitivos que se ponen en marcha en estas diferentes maneras de escribir son distintos. Si bien en el fondo esto podría ser “más de lo mismo” y puede seguir tratándose de una persona que escucha, procesa información, y decide (o elige) qué (¿y cómo?) escribir, es bastante evidente que ese “cómo” no sólo condiciona sino que (probablemente) determina cuestiones que hacen a esa práctica y a los procesos cognitivos que se juegan en la misma.

Me cuesta creer que el hecho de estar escribiendo esta entrada de esta manera no tenga impacto (incluso) sobre el “qué” de lo que estoy escribiendo. Es más, perdonen ustedes la reiteración pero sigue sorprendiéndome el hecho de ver cómo el cursor se mueve a la misma velocidad que estoy hablando y escribe este texto, que ustedes están leyendo y yo nunca escribí.

Dicho sea de paso lo escribe con una eficiencia ortográfica notable. Creo que no se ha olvidado una sola tilde, exceptuando por supuesto las palabras que admiten la posibilidad de ser escritas de dos maneras (con y sin tilde) y sin ser un experto me animaría a asegurar que ha respetado con gran prolijidad las reglas de la gramática, la semántica y la sintáctica. Quiero decir con esto que a mí me parece sorprendente la posibilidad de estar escribiendo esta nota sin escribir(la). Se podría decir que estoy dictando esta nota a una computadora o que, una computadora está escribiendo lo que yo voy (pensando y) diciendo.

Está demás decir que esta entrada podría incluir una gran cantidad de citas de artículos científicos con resultados (o reflexiones) de (algunas de las) investigaciones que se han realizado sobre este tipo de escritura o sobre los procesos cognitivos involucrados en una y otra forma de escribir (¿y de pensar?) pero no es ese el sentido de este texto. Tal vez el único objetivo de esta última entrada del año sea (no) escribir el texto de esta manera, vivir esta experiencia, reflexionar sobre ella y sacar algunas (preliminares) conclusiones, al mismo tiempo que invitar a l@s lectores a que hagan su propia experiencia, reflexionen y saquen sus propias conclusiones.

Terminado esta reflexión miro lo escrito (por la computadora) y les aseguro que sólo hay dos o tres palabras para corregir (porque el programa malinterpretó mi dictado o yo no supe hacerme entender correctamente) y no hay un sólo error ortográfico. Sí hay que agregar las comas, las comillas, las negritas, los paréntesis, los “puntos seguidos”, los “punto y aparte” y las mayúsculas al inicio de las oraciones.

Bueno, terminé de (no) escribir la entrada. En realidad, terminé de pensar en voz alta y la computadora terminó de escribir la entradaAhora nos toca a nosotr@s hacer algo que la computadora (por ahora) no puede hacer: pensar!

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