En la actualidad, en nuestro país, se está dando
un interesante debate sobre la Educación
Pública, en general, y sobre la Educación
Pública Superior, en particular.
Pero no se trata de “un debate más” ni de “el
mismo debate de siempre” (sobre el cual en este Blog ya tomamos posición más de
una vez), sino que se trata de un debate que no ocurre (por las coyunturas
histórico-político-sociales) desde hace más de medio siglo y que nos interesa
particularmente porque nos interpela
desde otro lugar. Hablamos del
debate por la “calidad educativa”. Algun@s podrán decir que nunca dejamos
de discutir sobre “calidad educativa” pero créannos que éste es,
definitivamente, “otro debate”.
Como consecuencia de las políticas públicas de la última década y de la activa presencia y participación del Estado Nacional, asistimos hoy
a una situación inédita que ni aquell@s que más detestan al actual gobierno nacional
pueden negar, una situación que parecía
imposible hace sólo quince años y que molesta mucho a quienes entienden a
“la Educación” como un bien o un servicio (o incluso como un negocio) y no como
un derecho.
En la actualidad tenemos más escuelas públicas que nunca, más chic@s asistiendo a esas escuelas que nunca, más universidades públicas que nunca, más estudiantes “primera generación de
universitari@s” que jamás en toda nuestra historia y el presupuesto para Educación (en términos absolutos y como
porcentaje del PBI) más alto que jamás
pudimos imaginar. Esto por nombrar sólo algunas cuestiones, a las que se
suman la asignación universal por hijo (de enorme impacto educativo), programas
como “Conectar Igualdad” (que incluye la entrega de netbooks a estudiantes
secundarios de todo el país), los canales “Paka Paka” y “Encuentro” (y sus
excelentes producciones educativas nacionales, pensadas desde “nuestra propia
cultura”) o el Plan FinEs (como sólo un ejemplo de los muchos pensados para
quienes no tenían su secundario terminado), entre tantos otros.
Ante
semejante panorama surge una crítica, que no por venir de donde viene, debemos desoír:
la (falta de) calidad de “esta”
Educación “para tod@s”.
Escuchamos a l@s expert@s de siempre decir que
todo lo mencionado anteriormente es cierto pero que “el costo” (la terminología
económica siempre les provee de algún vocablo que les resulta cómodo) es la
baja calidad de esas instituciones y de la Educación que reciben quienes
asisten a “esas Escuelas” o “esas Universidades”. Dicen esto como si les preocupara en algo la Educación
que reciben miles de “otr@s” pero nosotr@s
(a quienes sí nos preocupa y nos ocupa esto) no podemos dejar pasar la crítica por eso ni perdernos esta
oportunidad de reflexionar sobre esta cuestión.
Tenemos que
dar(nos) ese debate sobre la “calidad educativa” pero tenemos que dar(nos) ese
debate desde nuestras plataformas. Nadie podría negar que l@s chic@s pobres que
asisten a una Escuela Pública de las comunas 8 ó 9 de la Ciudad de Buenos Aires
no reciben “la misma Educación” que l@s chic@s ric@s que asisten a una Escuela
(también Pública) de la Comuna 2. Sin embargo, sería un error tan grave
“ignorar” la crítica a la “calidad educativa” de una “Educación para tod@s” por
venir de donde viene, como levantar el guante y dar(nos) ese debate en los
términos que “ell@s” proponen. Ni una cosa ni la otra. Tenemos que dar un paso más allá (o mejor dicho, más acá) y dar(nos)
ese debate pero desde nuestras propias plataformas porque no tod@s entendemos
lo mismo por “calidad educativa” y en lo que entendemos por este concepto están
incluidas nuestras concepciones sobre la Educación, el aprendizaje, el
conocimiento y el rol del Estado, entre otras.
Claro que nos preocupa (y nos ocupa) la calidad de
la Educación pero para nosotr@s la
inclusión es el primer paso de una calidad educativa que no se mide con los
estándares de PISA (para las escuelas primarias y secundarias) ni con los
criterios basados en “competencias” de las Universidades de acuerdo al proceso
de Bolonia (tan “bien” representado por “nuestra” CONEAU). Para nosotr@s la calidad educativa tiene que ver, fundamentalmente, con
la calidad de (trans)formación de las personas y de las sociedades, con la
construcción de sociedades más justas, más equitativas y con mayor igualdad de
derechos y de oportunidades.
Un conocido “sociólogo de la Educación” (con el
que solemos acordar en varias de sus concepciones didáctico-pedagógicas y con
el que solemos diferir en la mayoría de sus posicionamientos
político-ideológicos) dijo hace poco en una conferencia, en relación a la
creación de Universidades en el conurbano bonaerense y en las provincias más
pobres: “ahora, HASTA cada provincia
tiene su propia Universidad”. Sí,
cada provincia tiene al menos una Universidad porque eso (también) es calidad
educativa. ¿Esto significa que no nos importa el tipo de (trans)formación
personal y disciplinar que ocurre en “esas Universidades” (o en las muchas
Escuelas Públicas, siempre tan denostadas)? No. ¿Esto significa que no nos
importa la “calidad” de “esa Educación”? No. Significa que estos logros nos permiten ahora dar(nos) un debate sobre la calidad
educativa pero desde nuestras propias plataformas (y con nuestro propio
vocabulario), desde un posicionamiento que considera (y tiene en cuenta) a la
Educación como un derecho, a la igualdad (no como una meta sino como un punto
de partida), a la inclusión, a la interculturalidad, a la equidad y que es
consciente del rol social de la Educación (no como causa de todos los males
de la sociedad ni como solución mágica a todos los problemas sociales) sino como un instrumento más de
(trans)formación individual y colectiva en esta lucha por la igualdad de
derechos, que presupone (fundamentalmente) la inclusión real (y absolutamente
necesaria) de los sectores históricamente postergados.
El desafío
es ahora dar(nos) ese debate sobre la “calidad educativa” pero desde nuestras
propias plataformas. Allá vamos!!!
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