En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 20 de Septiembre de 2016:
¿Qué pasaría si todos fuéramos
parte de una ficción infinita?
(Noone Flano)
“Libro de ciencia olvidada XI"
(1940)
(1940)
¿Cuánto es uno más uno? La respuesta es, sin sorpresa, muy fácil y obvia. Hasta que leí a Borges. Entonces lo obvio dejo de serlo para convertirse en algo extraño y fantástico. Quizás sea una exageración plantearlo así, pero me atrevo a decir que no. Es una redundancia decir quién es y qué hizo tremendo escritor. Sin embargo hay que repasar por qué Borges es el mejor de todos, y por qué su obra es sumamente importante en la escuela. Para eso debemos hacer algunas precisiones.
Borges escribe ficciones. Se especializa en cuentos de género “fantástico”. Acá vale aclarar que en realidad no es apropiado el término, porque lo que él hace es “ficción especulativa”. No es el tipo de cuento de fantasmas, brujas o humanoides. Su carácter innovador se hace presente, con grandes influencias de Macedonio Fernández, y logra colocar al cuento en otro terreno. No se trata de ver cómo está la realidad en la ficción, como una novela representa su contexto, mas bien, al contrario, se debe buscar cómo está la ficción en la realidad, cómo actúa, dónde la buscamos. Por eso escribe “ficción”, porque es un espacio indeterminado, no es ni verdadera ni falsa, no es comprobable pero a la vez sí.
Esa incertidumbre es la que genera Borges en sus cuentos. La sospecha y la duda de que la realidad a veces no se explica, no se entiende o que a veces es imposible. Muchos de mis compañeros me han dicho que no entienden sus cuentos. Que escribe difícil, porque es profundamente lógico o no escribe para un sector popular (por eso, en el deporte nacional argentino, las comparaciones, gana por ese lado Cortázar). Borges no escribe complicado, al contrario concentra la prosa. Es un perfeccionista en el arte de la palabra. Como su compañero, de interminables comparaciones, dijo alguna vez: “si tienes alguna cosa que decir y no lo dices con el exacto y preciso lenguaje en la que tiene que ser dicha. Entonces de alguna manera no lo dices o lo dices mal” (Cortázar; entrevista “A fondo”, Canal Encuentro). Borges aspira a la perfección de las palabras, tiene que ser preciso con lo que escribe porque es con ellas que logra una ruptura o (pido disculpas si este término está mal establecido) un principio de indeterminación. Genera una duda, una vacilación, un desequilibrio sobre la realidad a través de la lengua, o mejor dicho utilizando todas las posibilidades del lenguaje. Lo hace implosionar. De alguna manera, Borges pelea contra un positivismo depredador que tiene su cueva en la escuela. Y lo hace con el juego de la ficción y con el sentido que tienen las palabras. Él sabe muy bien qué se pone en juego cuando se habla de sentidos o semántica. Por eso necesita ser minucioso. El cuento se transforma en juego.
Pero, ¿qué pasaría si fuera así? Si Borges escribe de forma críptica y solo para “entendidos”. Si ese fuera el caso, lo que se generaría es algo similar y profundamente importante, que la escuela debe aprovechar: el ejercicio por la pregunta. Tener una duda, una pregunta, es necesario para el aprendizaje o al menos para encararlo. No es el apuro por una respuesta, lo que se busca. No, el mundo exagera y desborda de respuestas que están todo el día al alcance de la mano. Hoy hacen falta preguntas. La escuela debe recuperar ese ejercicio filosófico griego, metafísico, cosas que claramente están en cualquier cuento de Borges. Quizás haya más filosofía en el Aleph que en tres años de carrera en la Facultad de Filosofía y Letras.
Entonces leer sus cuentos es un juego, un ejercicio de la imaginación que es un caos y es un orden. Uno puede desencantar la realidad que tan bien estructuramos; sabemos que las cosas tienen colores, leer su literatura nos permite reflexionar que quizás los colores sean cosas, que vemos colores y no objetos. Que las cosas no son lo que son sino lo que somos. Eso es más fantástico que la creencia de brujas o hadas. La posibilidad de múltiples universos paralelos que se cruzan.
Estamos educados para ser lógicos, y analíticos. Claramente es un asesinato a la creatividad, a la asociación libre, al juego como forma del conocimiento. Luego resulta muy difícil salir de esa zona confort que es la realidad perfectamente explicada y cuadrada a la que nos aferramos. Quizás ahí resida el hecho que nos cuesta mucho ser creativos, pero Borges se presenta como una solución y no como un problema. Sus obras transforman a la realidad solida en algo líquido, se puede ver como es frágil aquello que entendemos como obvio, rígido. Esto es un trabajo de un hombre que vio en más que una realidad, vio sus rajaduras, ahí es donde se esconde lo imaginario o lo ficticio.
Se puede entender nuestra realidad de manera lógica y ejercitar la imaginación con cualquier texto de Borges, pero no se trata de establecer una preponderancia en alguna de estas ideas sobre la otra, solo debe tenerse en cuenta que Borges no debe ser tabú, es un remedio para un mundo dialectico y deductivo. Aunque siendo más amplios, la literatura fantástica, que tuvo su esplendor en nuestro país con grandes referentes, debe explotarse mucho más para generar aunque sea un titubeo, una perplejidad, un problema o (también por qué no) una sospecha pero que no deba solucionarse ya, a un clic.
Cuando tenemos una duda, nuestra relación con el saber es cara a cara. El docente debe aprovechar eso. Desestabilizar con la ficción aquello que es obvio y redundante. Cuando lo comprendí, cuando empecé a tener dudas, pude ver que cuando a una gota de agua se le agrega otra, forma una sola gota de agua y no dos.
Lo fantástico está en la lluvia, en aquello que merece ser pensando por unos segundos y que jamás nos dimos cuenta. Ahí hay un saber que juega a ser fantasma, y se esconde en los universos más chiquitos, así como cada libro esconde el suyo. Hay que buscarlo.
* Fabián Chazarreta (@Faby_aleph) fue uno de los amigos y soldado de los “infernales” de Güemes. Ayudó en el cruce de los andes y participó de la guerra gaucha. Hace cuatro vidas dejó de serlo. En una de sus vidas paralelas sabe que existe un jugador que la pasa mal, que sabe que ese no es su lugar pero entiende por qué tomó esa decisión el día que se apartó de mí. Está jugando en Europa. Actualmente Fabián es estudiante de Letras en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº83 (Quilmes) Es orgulloso ex graduado de la casa de “Slytherin” en Hogwarts. Profesor, primero; de lengua y literatura, después. Da clases en ESB Nº55 (Claypole). Filosofo barato, Sartreano con pequeñas fiebres de Nietzsche. Lector de pocos libros, muchas veces. Voluntario en el equipo de Apoyo Escolar y Acompañamiento Educativo de la UBA (actividad que “me cambió la vida. Gracias!”). Humilde especialista en literatura fantástica. Un optimista trabajando de encubierto en las filas de los pesimistas. Un héroe: su Papá (arquitecto en su camino literario y como profesor). Ejemplos: sus abuelos. Futuro licenciado en literatura fantástica hispanoamericana, Ciencias de la educación, escritor y profesor de filosofía. Quizás se mude a Salta para transformarse la vida con un proyecto como el voluntariado.
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