En este 2018 el Blog espera, una vez más,
incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes.
Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes
y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos seguir (re)pensándonos a partir de textos que reflexionen
sobre “cómo aprendemos”.
Como dijimos en entradas anteriores, pareciera ser
que muches docentes creemos (con las
mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y
obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestres
estudiantes aprendan.
Sin embargo, no
tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestres estudiantes para
aprender y cómo hacen nuestres estudiantes para aprender en nuestras materias.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de
tuerca a esta reflexión a partir de relatos,
en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden les
estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos
aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestres estudiantes, cada vez
más autónomes. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente
escribió Renata Mina *.
Cuando reflexiona sobre cómo aprende en la
Facultad, Rena enumera una serie de “pasos”
en los que utiliza una variedad de estrategias neuro-cognitivas que le van
permitiendo construir esos nuevos aprendizajes y la preparan para ser “evaluada”
de la manera tradicional: “primero me gusta
escuchar alguna explicación o introducción al tema ya que permite saber a qué
apuntar después. Luego voy a la bibliografía recomendada y trato de ir
comprendiendo los contenidos a medida que voy leyendo. Al terminar de leer armo
mi resumen, para esto me sirve ‘desarmar’ los textos que anteriormente leí,
armando nuevos textos, cuadros, redes y/o dibujos. Luego trato de decirlo
oralmente sola o con algún compañerx. Lo hago así porque es la forma que me
resulta más práctica para incorporar los conceptos. Esto varía según el tema
que tenga que aprender y el tiempo que tenga para hacerlo”.
Cuando reflexiona sobre cómo aprende fuera de la
Facultad, Rena le otorga cierta
relevancia a la repetición (sobre todo en lo “mecánico”) y a la práctica pero
también a la motivación y a la observación (por ejemplo de videos): “a andar en bicicleta aprendí mientras jugaba,
practicando hasta que salió. Supongo que a atarme lo cordones o hablar fue de
la misma forma. A tocar la guitarra con mucha práctica, videos y canciones que
me gustaban. A nadar de muy chica, primero aprendí a flotar, luego, de más
grande, los distintos tipos de brazadas por un lado, por el otro de patadas y
después todo junto. A cocinar voy aprendiendo con la práctica, veo videos,
busco recetas, experimento hasta que llego a los sabores que busco. Lo hago así
simplemente porque me surge así”.
Al relacionar o comparar aprendizajes académicos y
no académicos, Rena encuentra
aspectos comunes, como la necesidad de práctica y de motivación pero también
encuentra diferencias relevantes no sólo en los intereses sino también en los
tiempos. Como si hubiera leído la idea del siempre genial Carlos Skliar de que debemos respetar que cada estudiante aprenda “a
su tiempo y a su modo”, Rena
entiende como un “límite a la libertad de aprender” el manejo de los tiempos de
aprendizaje y de los modos de evaluar del sistema educativo universitario: “tanto para aprender contenidos académicos como para
aprender aprendizajes extraescolares se
necesita práctica, tranquilidad, tiempo y sobretodo motivación. Cuando estoy
aprendiendo algo extraescolar la motivación es lo que me impulsa a aprenderlo,
por lo que se hace más fácil. En cambio, a veces, cundo estoy aprendiendo
determinados contenidos académicos puedo cruzarme con algún tema que no
despierte mi interés y por ende que me desmotive, pero si está claro el
objetivo que tengo puedo buscar la forma de recuperar esta motivación. Por otro
lado a los contenidos académicos hay que aprenderlos dentro de un determinado
tiempo, lo que puede ser otra dificultad. Esto a su vez nos pone un límite de
cuánto debemos aprender, que sumado a las instancias evaluativas de las que van
acompañados reducen mucho las libertades. Pero por otro lado nos obligan a
aprender cosas que quizás voluntariamente no lo hubiéramos hecho que pueden
resultar muy útiles e interesantes”.
Finalmente, Rena
nos cuenta que reflexionar sobre estas cuestiones la hizo replantearse las
maneras en que aprende y volver a dudar sobre la “libertad” con la que
aprendemos y sobre la importancia de aprender para vivir mejor: “tener que pensar sobre estas cuestiones me genero
dudas acerca de los métodos que
utilizamos para aprender, por un lado nos dan libertades y por otro, no las
quitan, nos restringen. Aprender es incorporar conocimientos, herramientas y
capitales que nos permiten mirar las cosas con nuevas perspectivas, salir de
nuestra zona de confort, defendernos en distintos aspectos de la vida. Creo que
aprender es ampliar nuestros intereses, es hacer la vida más entretenida”.
* Renata Mina (@renatamina_) es estudiante de Veterinaria en la Facultad
de Ciencias Veterinarias de la UBA
y feminista. Se desempeña como hija, hermana, amiga y alumna. Es del interior (al que todavía
no puede soltar), le gusta hacer pilates,
teatro, tocar la guitarra y los animales.
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