Al igual que en años anteriores, seguimos con
la publicación de entrevistas realizadas a docentes y a estudiantes,
como insumos para la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre los
aprendizajes. Las respuestas de docentes y estudiantes, sujetos
directamente involucrados en las prácticas sobre las cuales nos proponemos
reflexionar en este Blog resultan fundamentales para profundizar el
grado de análisis. Claro que podemos estar de acuerdo o no, claro que
podemos disentir con determinadas apreciaciones y reconocer en las
respuestas (y en las preguntas) posicionamientos pedagógicos e ideológicos
compartidos o no pero de cualquier manera, los relatos en
primera persona son siempre insumos de gran valor para
construir y (re)pensar nuestros propios posicionamientos. En este caso es
un placer publicar la entrevista que gentilmente respondió Ana
Marquinez *.
Desde el inicio, Ana nos cuenta la
variedad de sensaciones que le genera la práctica docente y empieza a tomar
posición respecto a la (supuesta) “homogeneidad” de las cursadas y a la rigidez
de las “panificaciones” curriculares en contraposición a propuestas más
flexibles que tengan en cuentan las características de l@s docentes y l@s
estudiantes que compartirán una cursada particular.
- Ana,
     ¿Qué es, para vos, “ser docente”
- Como
     dice una canción que es una antigüedad, “ser docente” es “un mundo de
     sensaciones”: placer, felicidad, vergüenza, responsabilidad, compromiso,
     sorpresa, tristeza… Es un compromiso por la enorme responsabilidad de
     acompañar enseñando (o compartiendo lo que uno cree saber), permitiendo
     y/o promoviendo el desarrollo individual. Felicidad cuando ocurren
     pequeñas cosas en el aula que me demuestran algún éxito en mi tarea.
     Vergüenza cuando me enfrento a mi propia limitación o estupidez que me
     impidió lograr lo que debería haber logrado. Tristeza cuando decepciono y
     no logro ayudar, o cuando me enfrento a un joven desilusionado y
     angustiado por no lograr su cometido a pesar de su esfuerzo. Tristeza y
     vergüenza cuando esta limitación o decepción no sólo está en relación a un
     aprendizaje sino también en relación a un mal momento en la vida del
     estudiante y no lo ayudé. Sigue siendo un placer (por suerte!!) ser
     docente y a minutos de entrar al aula suele cambiarme el humor y me olvido
     del cansancio o sueño. 
- Si
     tuvieras que hacer una propuesta de cambio concreto que pudiera aumentar
     el compromiso, la motivación y la participación de l@s estudiantes, ¿qué
     propondrías y por qué?
- Sin
     pensar demasiado previamente sobre si es factible su implementación, me
     gustaría empezar una cursada explicándoles a los estudiantes cuáles serían
     los temas claves o relevantes de la asignatura para su formación, darnos
     la oportunidad de analizar cuáles son los “saberes previos” que traen
     consigo y consensuar por dónde sería más conveniente comenzar. Dadas las
     características particulares de cada grupo azarosamente confeccionado,
     considero que la organización “inmutable” de nuestras materias no son las
     adecuadas siempre y en cada cuatrimestre, independientemente del docente,
     de los estudiantes y del contexto particular.
A la hora de pensar en las
características que debería tener un docente para ser mejor facilitador de los
aprendizajes de sus estudiantes, Ana prioriza las características personales
por sobre las académicas, con la “pasión” y la sensibilidad o la empatía como
estandartes de ese compromiso, sin olvidar la importancia de la
(trans)formación docente continua.
- ¿Qué
     características creés que debería tener un docente para ser mejor como
     facilitador de los aprendizajes de l@s estudiantes?
- Si
     bien debe ser conocedor de la temática que lo colocó en ese lugar, me
     parece que para lograr ser facilitador de los aprendizajes, pueden ser más
     importantes las características personales que las profesionales o
     académicas. Digo esto porque me parece indispensable que seas apasionado por
     lo que hacés. Un docente que no disfruta de lo que hace puede tener
     alumnos que “aprueben” pero no logrará nada más que eso, desperdiciando
     una oportunidad muy valiosa de enriquecimiento mutuo. El desgano y las
     pocas ganas de estar en el aula se respiran y perciben, y no sólo no
     facilitan el aprendizaje sino que lo dificultan. Creo que debe ser
     sensible a las necesidades de los diferentes grupos y cambiar el rumbo de
     lo planificado cuando sea necesario. También se requiere de cierto ingenio
     y destreza para sumar cosas nuevas y para permitir conexiones entre temas
     tratados y lo cotidiano. Por otro lado reconozco que habiendo empezado
     como docente sin formación pedagógica alguna, cuando me inicié en este
     campo, literalmente me explotó la cabeza. Con esta experiencia vivida,
     creo muy  importante contar con esta formación. Sin embargo, cansada
     de los que creen que esto es solo un “título” y una vez obtenido se echan
     a dormir en los laureles, agregaría que debe ser de tipo “permanente” (ya
     sea a través de cursos, lectura, compañeros de trabajo inquietos con los
     que compartir experiencias, etc).
Como ocurriera con otr@s entrevistad@s
(y “homenajeando” a Ken Bain y a nuestra recordada Edith Litwin), Ana tiene su
“docente memorable” y lo recuerda como seguramente la recuerde a ella la
estudiante a la que ayudó a “conectar cosas” y a considerar a la Biología como
posible campo laboral.
- ¿Podrías
     relatar un episodio significativo de tu trayectoria docente?
- Empiezo
     por uno como alumna. Recuerdo un docente (Daniel Goldstein) que para
     explicarnos las proteínas y sus conformaciones se paró alambre en mano y
     jugando con él en el espacio, hizo sencillo un tema que demanda cierta
     imaginación (aclaro que estamos hablando de la época previa a la llegada
     de la tablet o el celu y de la hermosa 3D al aula o a casa). Hasta ese
     momento los docentes universitarios que me habían tocado, habían sido
     bastante poco ingeniosos para facilitarnos la tarea. Entendí que con poco,
     pero con ganas, podías hacer las cosas un poco mejor. Como docente me
     acuerdo de una estudiante del CBC que en una clase abrió los ojos bien
     grandes, se inclinó un poco hacia atrás con una profunda inhalación y
     abrió ligeramente sus manos. Todo ese código gestual me perturbó un poco y
     al preguntarle qué sucedía me dijo “me colgué y volé” y me insistió en que
     la ignorara. Al final de la clase me comenta que  “tipo un destello”
     sintió un enorme placer ya que no sólo había comprendido lo que estábamos
     viendo sino que le había ayudado a conectar varias cosas y se le había
     cruzado la idea de lo fascinante que debería ser trabajar en el área de
     biología celular. Me alegró que pudiera sentir eso ya que, por lo general,
     los estudiantes de psicología, cursan biología con fastidio y con la
     convicción que es uno de los “filtros” a vencer. Por otro lado, que un
     estudiante sienta y confiese sentir placer por comprender el conocimiento
     que estás compartiendo es halagador.
- Si
     tuvieras que recomendarle a otr@s docentes un libro, una canción o una
     película que considerás “necesaria” para mejorar nuestra práctica docente,
     ¿qué libro, canción o película nos recomendarías y por qué?
- Es
     muy fuerte decir “necesaria”, lo mencionado en la pregunta son expresiones
     humanas y artísticas, por lo que a cada uno le llega de manera súper
     distinta. Prefiero mencionarte algunos que me “cachetearon las neuronas”.
     Dos pelis: “Escritores de la libertad” (basada en un libro que no leí)
     sobre una profesora de literatura y un grupo de adolescentes con
     conflictos raciales y de vida. De alguna manera te muestra que con ganas y
     empatía se pueden lograr muchas cosas, aún en condiciones no favorables.
     La otra es “La ola” también basada en un caso real, con la que me asusté
     por la peligrosidad de ciertas prácticas. La maleabilidad y la
     permeabilidad de las personas puede ser sorprendente y una supuesta
     “buena” idea puede tornarse terrorífica. Ahora que lo pienso algo de esto
     también se demuestra en “El señor de las moscas”. Si bien no es una
     historia de la relación docentes – estudiantes, es una comunidad de chicos
     que aprendiendo a sobrevivir evoluciona haciendo surgir los dictados
     sociales y sus roles de poder, sumisión, exclusión, rebelión, entre otros.
     Además de este libro y las películas, recuerdo a “Lo que hacen los mejores
     profesores universitarios” de Ken Bain. Es uno de los primero libros que
     leí sobre modalidades de los docentes y en su momento me sirvió para
     revisar algunas cosas del quehacer docente.
En la última respuesta, Ana rescata
funciones de la Educación que tienen más que ver con la (trans)formación de
sujetos críticos y con capacidad de interpretación que en meros reproductores
de saberes acabados y con la posibilidad de, lejos de “cerrar mentes”, abrir
(como dice Carlos Skliar) otros “mundos posibles”.
- Ana,
     ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la
     Educación?
- Más
     allá de cada saber en particular, debiera la educación aunarse en formar
     personas de ojos bien abiertos con capacidad de interpretación y análisis
     del contexto en el que se desarrollarán sus quehaceres profesionales y/o
     laborales. A veces creo que de alguna manera el paso por las instituciones
     educativas te cierra la mente en vez de facilitar su expansión, crecemos
     entonces mirando y comprendiendo sólo parte de lo que vemos, y explotamos
     sólo parte de nuestro potencial.
* Ana Marquinez es docente de Química
Biológica en la Facultad de Ciencias Veterinarias de
la UBA y de Biología en el Ciclo
Básico Común de la UBA. Es Bióloga egresada
de FCEyN, UBA, Doctora (UBA) y Especialista
en Docencia Universitaria.
 
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