En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 9 de Diciembre de 2014:
“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo.” (Paulo Freire)
Probablemente no exista actividad o disciplina humana que no sea en esencia paradójica. El ser humano en sí lo es, siendo a la vez la especie más civilizada y a la vez más barbárica de la naturaleza. La Educación, como una de las ramas más características del pensamiento humano, no podía ser ajena a ese principio.
Existe la creencia de que la Educación permite a los individuos ser más libres y menos susceptibles a la imposición de regímenes u opiniones que atentan contra sus propios derechos, intereses o deseos. Sin embargo, la Educación surgió como una herramienta más de dominación de los pueblos para mantener el sistema imperante. Aún hoy suele observarse que el sistema educativo atenta contra las capacidades individuales de muchos estudiantes y contra el surgimiento de nuevas ideas.
El panorama que sigue observándose actualmente en las aulas es el de un docente que transmite información a un público más o menos atento, pero casi siempre silencioso. Ese docente, a su vez, fue educado dentro de los mismos parámetros y está programado para reproducir eficientemente el sistema como algo natural. En este contexto hay poco lugar para la participación y los estudiantes suelen acostumbrarse a un rol dependiente y pasivo que les deja, también, poco lugar para tomar decisiones y para asumir la iniciativa. Ya no existen los métodos de castigo físico aplicados hasta el siglo pasado, pero los estudiantes siguen siendo en muchos casos sometidos mediante el aburrimiento. A su vez, la imposición de una visión funcional del conocimiento los fuerza a la docilidad y la sumisión por la supuesta ausencia de tiempo durante las clases para discutir temas ajenos a los contenidos de las asignaturas.
Es sorprendente entonces, que en el marco de este sistema educativo surjan ideas innovadoras que intentan destronar los paradigmas aún reinantes y que ceden el rol protagónico a los estudiantes. Seguramente los creadores de este sistema no hayan podido prever el alcance de lo que la Educación, la lectura y la escritura despiertan en la mente y el espíritu humanos. Así, lo que surgió como la más eficiente herramienta de dominación puede transformarse en el más poderoso recurso de emancipación de los individuos y en la semilla de la propia destrucción del mundo actual.
* Sergio Morado (@SergioMorado1) es docente/investigador en la cátedra de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires. Es un ferviente apasionado de la música y la literatura, y un gran admirador del Emperador Napoleón.
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