Bienvenid@s de vuelta al Blog! Mientras iniciamos un nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 27 de Noviembre de 2012:
Una de las cuestiones que más parecen preocupar a algunos profesores universitarios, y que ha tenido un nuevo auge a partir de la acreditación de las carreras por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), es la “homogeneidad” de las cursadas. ¿Qué significa este término para ellos? Básicamente que, al menos dentro de la misma asignatura, las clases de todas las comisiones tengan la misma estructura y determinados contenidos mínimos.
La primera crítica que puede hacerse a esta cuestión es que plantear la discusión de esa forma, implica seguir poniendo el foco en el contenido y la información brindada durante la clase. Sin embargo, hay un problema aún mayor. Quienes plantean la “homogeneidad” en estos términos ignoran, consciente o inconscientemente, a quienes deben ser los protagonistas del aula: los estudiantes.
Establecer la misma estructura y las mismas estrategias didácticas y pedagógicas en diferentes turnos, con estudiantes que tienen distintas condiciones socioeconómicas y culturales, diferentes intereses/motivaciones y aptitudes/dificultades propias relacionadas con su formación previa, es no solamente inequitativo sino también injusto. Seguir planificando las cursadas de esa manera simplemente incrementa la desigualdad de oportunidades entre los estudiantes. En definitiva, ese planteo sólo logra “homogeneizar” las diferencias que se observan en la sociedad, que se repiten (como consecuencia de ellas) en un aula universitaria.
Estructurar y planificar las clases de la misma manera, aún ante diferentes condiciones, seguramente “deje tranquilos” a los docentes más tradicionalistas. No es la intención de este texto juzgarlos. Su práctica no es más que la reproducción de la manera en que fueron formados, por un sistema educativo aún pensado para la dominación. Por lo tanto, erradicar completamente esas prácticas implica un cambio radical, que difícilmente pueda ser llevado a cabo en poco tiempo.
El desafío que tenemos como docentes es comenzar a plantear el objetivo de “homogeneizar” las oportunidades básicas de los estudiantes para transformarse en profesionales y ciudadanos críticos, en lugar de seguir pensando en la “homogeneidad” de contenidos. El primer paso para cumplir ese objetivo es conocer a los estudiantes y plantear estrategias didácticas y pedagógicas dinámicas y flexibles centradas en (y adaptadas a) ellos.
* Sergio Morado (@sergiomorado1) es docente en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA, becario doctoral de CONICET y ferviente apasionado de la música y la literatura.
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