En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 9 de Abril de 2013:
Es común escuchar a l@s docentes quejarse de lo insuficiente que resulta el “tiempo de clase”. La gran mayoría asegura que “el tiempo no alcanza”. Si por algún motivo, “se agrega” un tema en alguna Unidad, aparecen frases como “No, en esa clase ya no entra más nada” o “ya era una clase para desdoblar en dos y encima ahora hay más para dar”. Si bien alguien podría preguntarse “¿Por qué el tiempo no alcanza?”, para nosotr@s la primera pregunta que debemos hacernos es “¿Para qué el tiempo no alcanza?”
Claro
que para decir o “dictar” (vieron que feo que suena la frase “horas
dictadas”) todo el contenido teórico de un determinado tema, tres horas
puede ser poco pero esa no es (o no debería ser) la idea que tenemos de
una clase. Si fuera así, y a la velocidad que avanza la (mal llamada)
“sociedad del conocimiento” y aumenta el “cuerpo de conocimientos” de
cada disciplina, las horas de clase de las materias serían, año tras
año, cada vez más insuficientes.
Sin embargo, es probable que docentes innovadores,
con genuinas preocupaciones por los aprendizajes de nuestr@s
estudiantes, que planificamos nuestras clases e intentamos salirnos de
la “lógica de la explicación”, también (a veces) encontremos insuficiente el tiempo del que disponemos para determinados temas.
Para estos casos es interesante pensar (o recordar) que “las clases” no son (ni deberían ser) el único espacio de aprendizaje de la materia, o dicho de una manera más clara y menos obvia, no son (ni deberían ser) el único espacio planificable de aprendizaje de una materia.
¿Qué nos impide “sacar la clase” (en tiempo y espacio) fuera del aula?
Casi
tod@s l@s docentes contamos con un programa (más o menos real) de la
materia que nos tocó en suerte. Ese programa define algo así como “horas
de clase” (en algunos casos desglosadas en horas teóricas, prácticas,
de seminarios, etc…), ¿Alguien cree que su materia se aprende en esas (60, 70 ó 100) horas “de clase”? ¿Dónde incluyen esas (no) cuentas las horas de lectura, de resolución de cuestionarios, de estudio, de repaso? ¿Qué
nos impide planificar actividades para proponerles a nuestr@s
estudiantes que se realicen fuera del (acotado) horario de cursada?
Seguramente,
esperemos que l@s estudiantes dediquen a nuestra materia más horas que
las “horas de clase”. Entonces, si (parte de) nuestra tarea consiste en
guiar y orientar (a través de las actividades que proponemos) el estudio
por parte de nuestr@s estudiantes, ¿Por qué restringir esta tarea al tiempo y el espacio del aula?
La propuesta sería
más o menos así: cuando creemos que el tiempo de una clase no alcanza o
cuando queremos agregar (y probar) determinadas actividades en una
clase en la que “el tiempo no sobra”, preguntémonos ¿Qué actividades de las que ya hay en esa clase pueden transformarse en actividades para hacer fuera del aula, en otro momento? Probablemente la respuesta sea “la mayoría”.
De esta forma vamos a “ampliar” los tiempos de estudio, guiados y
orientados, de nuestr@s estudiantes y vamos a poder incorporar a la
clase varias de esas actividades que (casi) sólo pueden realizarse en (y
con) la dinámica que se genera en un aula llena de estudiantes
interactuando entre sí y con sus docentes, esa dinámica que permite la (trans)formación disciplinar, actitudinal, personal y colectiva.
Resumiendo,
si bien no vamos a profundizar ahora en cuáles serían esas estrategias o
actividades que podrían dar cuenta de esta propuesta, la idea es tan
simple como extraordinaria: si no alcanza el tiempo, inventemos el tiempo.
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