En lo que va de este 2018 tuve la suerte poder de leer más de una docena de libros sobre
Educación, sobre aprendizajes o sobre cuestiones relacionadas con la tarea
docente. Es bastante común entre l@s que disfrutamos la lectura de textos
sobre una temática específica que, mientras leemos dos o tres libros, nos
encontremos con que en capítulos diferentes, autores diferentes, hablando de
temas diferentes, hacen referencia a una misma cuestión, nos “llevan” a un
mismo lugar o nos hacen pensar en una misma idea, pero lo que me ocurrió este
año fue (aún) más extraño o particular.
Más de la
mitad de los libros que tuve la suerte de leer en lo que va de este año citaban
en algún lugar una misma frase de Hannah Arendt. Algunos la utilizaban
debajo del título de algún capítulo antes de comenzarlo, otros la elegían para
abrir una serie de ideas, otros la incluían como fundamento de alguna
argumentación y otros la citaban para (intentar) cerrar un posicionamiento.
Se trata de
una frase muy famosa
(entre l@s que disfrutamos la lectura de libros o textos de filosofía de la
Educación) y, evidentemente, muy citada
(entre l@s que disfrutan la escritura de libros o textos de filosofía de la
Educación) en la que Hannah Arendt nos
interpela a partir de una cierta idea sobre “la Educación”, una cierta idea sobre
“los niños”, una cierta idea sobre “la Vida” y una cierta idea sobre “el mundo”.
Es una frase que por su simpleza y su potencia
siempre conmueve, emociona, moviliza y que, incluso para l@s que ya la leímos
muchas veces, cada nueva lectura nos invita a relerla (una vez más), a
repensarla, a repensarnos a nosotr@s mism@s y a repensar nuestra propia
práctica docente.
Como estoy bastante seguro de que la mayoría de
l@s lectores de #AsíFuimosAprendiendo
no están (todavía) entre l@s que disfrutamos la lectura de libros o textos de
filosofía de la Educación, ni son (todavía) de l@s que disfrutan la escritura
de libros o textos de filosofía de la Educación, me pareció una buena idea, después de leerla y releerla tantas
veces este año, compartir con ustedes
esta frase que Hannah Arendt escribió
en su libro “Entre el pasado y el futuro”
(1961) y que dice así:
“La
Educación es el punto en el cual decidimos si amamos al mundo lo suficiente
como para asumir una responsabilidad por él, y de esa manera salvarlo de la
ruina inevitable que sobrevendría si no apareciera lo nuevo, lo joven. Y la
Educación también es donde decidimos si amamos a nuestros niños lo suficiente
como para no expulsarlos de nuestro mundo y dejarlos librados a sus propios
recursos, ni robarles de las manos la posibilidad de llevar a cabo algo nuevo,
algo que nosotros no previmos, si los amamos lo suficiente para prepararlos por
adelantado para la tarea de renovar un mundo común“.
Nada. Eso. Nada más. Ni nada menos. Hannah Arendt. Una cierta idea sobre “el mundo”. Una cierta idea sobre “la Vida”. Una
cierta idea sobre “los niños”. Una cierta idea sobre “la Educación”.
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