Los días 10 al 13 de Octubre se llevó a cabo en Buenos Aires el Cuarto Congreso Latinoamericano de Filosofía de la Educación “Desafíos
de la filosofía de la Educación en América Latina: memoria y prospectiva”,
con los auspicios de la Facultad de Ciencias de la Educación (Universidad
Nacional de Entre Ríos), la Facultad de Humanidades (Universidad Nacional de
Salta), la Facultad de Ciencias Humanas (Universidad Nacional del Centro de la
Provincia de Buenos Aires) y Noveduc (Editorial Novedades Educativas).
A priori la idea del Congreso, las actividades
propuestas y la presentación de conferencistas de la talla de Carlos Skliar, Fernando Bárcena o Carlos
Cullen, nos permitían imaginar un escenario
fértil para la (trans)formación individual y colectiva, sobre la que tanto
insistimos desde este (intento de) espacio de comunicación.
El objetivo de esta entrada es, como adelantamos
en la entrada anterior, contarles algunas de las muchas (y muy interesantes) reflexiones
que dejó la conferencia de apertura (“Entre
el arraigo y el éxodo, la filosofía de la Educación, en nuestra América”), a
cargo del Dr. Carlos Cullen.
Ya en el inicio de la conferencia el Dr. Cullen nos adelanto que pretendía “poner en juego la tensión entre el arraigo
y el éxodo como forma de resistir en una ética política de la Educación”
pero, como advirtiéndonos de la posibilidad de alguna “repetición” o insistencia
en sus ya conocidos posicionamientos, aclaró que más que “de ideas” iba a
hablarnos “de obsesiones de hace muchos años” y que iba a utilizar el término “Nuestra América” (en lugar de “América
Latina”) como una manera de incluir a l@s afrodescendientes.
Pensando el
“arraigo” como el lugar “desde donde tenemos que partir” y el “éxodo” como el pasaje “de la esclavitud a la libertad, como
ruptura de cadenas”, la tensión se resignifica entre un arraigo como “estar” (de pie, preparados para la marcha) y un
éxodo como un “ser” (estar sentado, no moverse). En este sentido, según el
filósofo, “el pensamiento hegemónico nos invita a ‘ser’ parte de una totalidad
y a salir del ‘estar’ de la barbarie”. La conferencia fue una constante invitación a luchar contra el pensamiento único, como
cuando el disertante recordó que le preguntaron a Noam Chomsky “¿cuáles son las
armas del imperio?” y el filósofo y politólogo estadounidense respondió “¿son las bélicas? Sí. ¿son las económicas?
Sí. Pero sobre todo es el pensamiento único”. Según Cullen, “la resistencia a
estos monopolios debe ser una de las banderas de la filosofía de la educación
en nuestra América” y “la filosofía
de la Educación hoy necesita pensar el camino de salida de la opresión y la
esclavitud a la que nos somete el pensamiento único”. Entendiendo el
arraigo como ese “estar”, que no es otra cosa que la condición humana, el
desafío que plantea la tensión arraigo/éxodo, sería en vez de “ser sin estar”, “estar siendo”.
Avanzando en su presentación, Carlos Cullen retomo su resignificación de “Totalidad e Infinito” (de
Emmanuel Lévinas) y nos invitó a pensar en “la opción entre la violencia y el reconocernos vulnerables (podemos ser
tocados y heridos), el poder ser interpelado éticamente por el rostro del Otro
en cuanto Otro”. A su conocida frase “Heme
aquí, no me violentes”, le agregó “después
conoceme, educame, reconoceme, enseñame, quereme pero, primero, no me
violentes!”
Retomando la idea de responsabilidad/respuesta,
recordó que “para saber que puedo
responder tengo que reconocer que alguien me llama, que alguien me toca, que el
rostro del Otro nos interpela éticamente”. Poner en diálogo la lucha contra
el pensamiento único con esta idea de responsabilidad/respuesta al llamado del
Otro, implica “ser críticos a la
totalidad que no admite ninguna exterioridad” y entender a la Educación como “exterioridad interpelante de la totalidad violenta que puede ser mi
siempre mismidad de educación”.
Terminando su conferencia, Carlos Cullen nos instó a no dejar de hacer “un esfuerzo por conocer al Otro pero que no sea una excusa para
violentar su alteridad”, recordándonos que “hay algo anterior a la diferencia, que es la alteridad, la Otredad”,
que “una filosofía de la educación desde
nuestra América debe evitar caer en los arraigos exagerados ni creer en los
grandes discursos acuñados por la modernidad” y que, como educadores debemos sabernos “siempre interpelados, para una
educación liberadora y emancipadora”.
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