Al
igual que en los años anteriores, este año seguiremos con la publicación de entrevistas realizadas a
docentes y a estudiantes, como insumos
para la reflexión sobre nuestras prácticas y sobre los aprendizajes. Las
respuestas de docentes y estudiantes, sujetos directamente involucrados en las
prácticas sobre las cuales nos proponemos reflexionar en este Blog resultan
fundamentales para profundizar el grado
de análisis. Claro que podemos estar de acuerdo o no, claro que podemos
disentir con determinadas apreciaciones y reconocer
en las respuestas (y en las preguntas) posicionamientos pedagógicos e
ideológicos compartidos o no pero de cualquier manera, los relatos en primera persona son siempre insumos de gran valor para construir y
(re)pensar nuestros propios posicionamientos. En este caso es un placer
publicar la entrevista que gentilmente respondió Mariana Ferrarelli *.
En sus primeras reflexiones, Mariana elige el término “educadora” en lugar de “docente”, asocia
la idea de “educar” a cuestiones como contagiar, inspirar, acompañar y aprender
y ubica al interés (y la motivación) de quien aprende en un lugar central y
fundamental para (re)pensar(nos) y repensar nuestras prácticas docentes.
- Mariana, ¿Qué es para vos “ser docente”?
- Un docente es un buscador de oportunidades, no sólo de aprendizaje, sino también de reflexión, de autoconocimiento, de crecimiento personal y profesional propio y de los demás. A mí me gusta pensarme más como educadora. Me parece que el vocablo docente en sí mismo está asociado a cuestiones más burocráticas, de mercado laboral, de ‘condiciones salariales’ que, si bien no son un aspecto menor en nuestra tarea cotidiana, no alcanzan a cubrir la fibra más profunda relacionada con la vocación y con la pasión que despierta el aula. A mí el aula me llama, me seduce, me envuelve… es mi ámbito de disfrute y de búsqueda por el sentido de casi todo. No me imagino haciendo otra cosa, allí soy feliz y puedo desplegar mi creatividad y proyectarme como persona, con mi subjetividad y mis ideas sobre el mundo y las personas que me rodean. Educamos para despertar en otros la curiosidad y el deseo de aprender que creo que es lo esencial de nuestro rol y es algo que llevamos con nosotros las 24 horas del día: no me visto de docente cuando entro a la escuela y me saco el traje cuando salgo por la puerta. Educamos las 24 horas del día. Educar es contagiar, inspirar, acompañar, aprender. Aprender de mis colegas, aprender de mis alumnos; últimamente es de ellos de quienes más aprendo por eso prefiero definirme como alguien que educa y se educa permanentemente.
- ¿Cuáles son tus objetivos/propósitos/expectativas de logros cuando comenzás una cursada?
- Me parece que más allá de las cuestiones formales de los contenidos y de las competencias prescritas el objetivo fundamental es lograr que el alumno pueda desempeñar un papel activo en lo que a apropiación de nuevos saberes se refiere. Nadie va a aprender por vos; sos vos el que decide qué y cómo aprender. De manera que insisto con la idea de contagio y de generar en los estudiantes esa fascinación por el conocimiento, ese placer por explorar lo desconocido para que nos interpele y nos conmueva. Creo que el interés personal en algo es el motor de todo. Hasta cuando te falta capacidad o te falta conocimiento si ese es tu interés, si esa es tu pasión, lo vas a conseguir de alguna manera.
A la hora de pensar en las prácticas o
herramientas que le han resultado más exitosas como facilitadoras de los
aprendizajes de sus estudiantes, Mariana
modifica el eje de la pregunta y piensa en “maneras de mirar el aula, de
mirar a los estudiantes y de mirar nuestro rol docente” en lugar de estrategias
y, en este sentido, piensa en la flexibilidad, la autonomía y la metacognición
como horizontes que guían nuestra tarea y nos ayudan a vincularnos con l@s
estudiantes de otras maneras.
- ¿Cuáles de tus propias prácticas, herramientas, estrategias resultan más exitosas como instrumentos facilitadores de los aprendizajes de tus estudiantes?
- Bueno, la escuela como institución social está afectada por el contexto histórico, económico y cultural en el cual está inmersa. En mi caso fui educada en el paradigma homogeneizante que busca aprendizajes y desempeños uniformes y estandarizados en los alumnos. Creo que el peso de nuestra biografía escolar es si no determinante al menos muy importante, con efectos por momentos invisibles y profundamente arraigados en uno. Y es mediante la reflexión sobre la práctica propia que uno identifica falencias y reconoce la necesidad y el momento en que debe migrar hacia otros modelos para dejar atrás cuestiones que son constitutivas de uno. Es muy difícil pensar en prácticas o estrategias ‘exitosas’ o mejoradas sin ponerlas en comparación con instancia menos felices en las que uno fue protagonista. Definitivamente creo que la gran puerta de ingreso hacia el aprendizaje significativo de los estudiantes se inaugura cuando un docente abraza la diversidad presente dentro del aula. Este proceso no se termina nunca y presenta desafíos de manera constante. Gracias al enfoque de Aulas Heterogéneas que conocí de la mano de Rebeca Anijovich modifiqué mi mirada sobre el aula, sobre mis alumnos y sobre mí misma. En este sentido creo que no hay herramienta o estrategia didáctica más poderosa que la mirada atenta del maestro a las necesidades, intereses, contexto social y cultural, estilos de aprendizaje, y experiencias de sus alumnos. En este marco destaco tres elementos que son fundamentales y transformadores de la enseñanza: la flexibilidad, la autonomía y la metacognición. Ser flexible implica tener la suficiente plasticidad y poder de adaptación para cambiar el rumbo de una clase/ proyecto/ momento cuando el contexto te indica que lo hagas. A simple vista parece una obviedad pero cuando fuiste formado en el paradigma homogeneizante que busca entrenar a los alumnos para obtener en todos ellos el mismo desempeño frenar el desarrollo de la clase expositiva para cambiar de dirección parece descabellado. Que la flexibilidad se convierta en un atributo de tu enseñanza significa también realizar un manejo diverso de los espacios en donde los alumnos van a trabajar, de los tiempos en que van a completar las tareas, y del tipo de actividades que vamos a ofrecer a nuestros estudiantes. Flexibilidad implica preparar un menú de opciones para que nuestros alumnos elijan con cuál trabajar; esto no significa que tenemos que diseñar 58 actividades distintas para una clase numerosa porque puede haber tareas comunes para todos, pero sí nos abre la posibilidad de darles más de una sola opción para realizar un trabajo. Este elemento va de la mano de otro que también es muy importante que es la autonomía. Graciela Cappelletti propone pensar la autonomía como meta educativa tanto para alumnos como para docentes. El maestro estimula la autonomía cuando se corre el centro de la escena, cuando no pretende direccionar, corregir, controlar y dar instrucciones permanentemente. El alumno gana autonomía cuando sale de su zona de confort y reflexiona sobre su propio aprendizaje para tomar decisiones en contextos reales de autenticidad. En la universidad y en los institutos de profesorado cuesta abordar este aspecto. Esto me lleva a incorporar el tercer elemento que es la metacognicion. Pensar sobre el propio pensamiento, conocer cómo aprendo y qué me resulta más difícil, y cuál es el camino que debo tomar para resolver una tarea me permite como alumno anticiparme a las dificultades y planificar mis estrategias para completar una actividad. Flexibilidad, autonomía y metacognición no son estrategias que conforman un recetario de herramientas para poner en práctica, son maneras diferentes de mirar el aula, los estudiantes y nuestro rol en la clase. Conforman un horizonte que guía todo el quehacer diario y rigen nuestro vínculo con el entorno y las personas que lo habitan. Son caminos que permiten atender la diversidad de intereses y demandas de nuestros alumnos en un marco de justicia social y equidad que abre posibilidades reales para que las personas puedan desplegar sus potencialidades y aprendan de manera significativa para su historia y su contexto social y cultural.
Cerrando la entrevista, Mariana reflexiona sobre un tema más que álgido como es la
evaluación, nos invita a pensarla (también) de otra manera, incorporando las (ya
no tan) nuevas tecnologías (como los simuladores o las historias transmedia),
nos cuenta algunos ejemplos de sus propia práctica que van en este sentido y
vuelve sobre la idea del “contagio” y de generar el deseo de aprender de manera
colectiva.
- Si tuvieras que hacer una propuesta de cambio concreto que pudiera aumentar el compromiso, la motivación y la participación de l@s estudiantes, ¿qué propondrías y por qué?
- Me parece que la evaluación es una gran cuenta pendiente en cualquier nivel de nuestro sistema educativo. La siento en algunos casos divorciada completamente de lo que ocurre dentro del aula. Creo que como docentes nos cuesta mucho despegarnos de formatos tradicionales con los que fuimos educados y que un camino posible de cambio es avanzar sobre propuestas de evaluación auténtica que abordan problemas de la vida real, que conectan la escuela con el mundo exterior y que le permite a los alumnos trabajar sobre desafíos verdaderamente significativos. Una propuesta interesante es la de Citep en la UBA que está trabajando con simuladores. Me parece que las simulaciones son un recurso muy interesante que nos acercan las nuevas tecnologías y que permiten conectar la enseñanza y el aprendizaje con situaciones del mundo real. En educación media estoy ya hace unos años trabajando con proyectos transmedia que permiten conectar los aprendizajes con momentos de evaluación variados y auténticos. No son muy diferentes de un proyecto tradicional pero tienen la particularidad desplegarse en varias direcciones entre las cuales incluimos no solamente las redes sociales y los materiales creados por los propios alumnos sino también producciones elaboradas por agentes externos a la escuela que dotan a todo el trabajo de una cuota de realidad. El trabajo de los chicos es efectivamente leído afuera de la escuela y lo que se genera en el mundo exterior es incorporado a nuestras clases de manera cotidiana. En 2015 y 2016 trabajamos sobre un proyecto llamado Ciudades Visibles que retomaba el libro de Calvino Las Ciudades Invisibles con una vuelta 2.0, con trabajos de escritura, de composición visual y producción sonora por parte de los alumnos pero también por parte de artistas, académicos de la UBA entre los que pudimos contar con tu participación, Pablo, y docentes de otras escuelas. Entonces lo que se generaba era una práctica cruzada de lectura y escritura: mientras nosotros producíamos contenido adentro del aula, desde afuera nos llegaban contribuciones de personas externas a la escuela que leíamos y compartíamos en clase; a su vez estas mismas personas luego podían leer nuestras creaciones que se publicaban en la página del proyecto o circulaban por las redes sociales. Este año y el que viene estamos arrancando un proyecto nuevo que se llama Orson80, en referencia a la expansión radiofónica del libro La Guerra de los Mundos por Orson Wells, y que indaga en el impacto de la tecnología en nuestra vida cotidiana, la confusión entre ficción y realidad, las noticias falsas y la posverdad, y las consecuencias político-ideológicas de pensar al ‘otro’ como una alteridad hostil que me amenza y me ataca. Retomando la pregunta y volviendo a pensar en los simuladores para las ciencias médicas y biológicas, y en los proyectos transmedia para nivel secundario, creo que lo que comparten es esa conexión con el mundo real, el borramiento de las paredes que separan al aula de nuestras prácticas cotidianas, y la necesidad de asignarle al alumno un rol verdaderamente activo, no ya desde el discurso sino desde los hechos pedagógicos concretos.
- ¿Cuáles son y cuáles “deberían ser”, en tu opinión, los objetivos de la Educación?
- Insisto con la metáfora del contagio y de generar en el otro la curiosidad por lo nuevo y el deseo de aprender infinitamente; aprender para avanzar más allá de los condicionamientos o situaciones que dificulten el camino. Pero no lo pienso en solitario, no me lo imagino como un trayecto individual sino como un viaje colectivo, solidario, en donde nos apoyamos en el otro y lo ayudamos cuando nos necesita. Educar para construir comunidad, empatía, cuidado del otro, protección y trabajo compartido.
*
Mariana Ferrarelli (@FerrarelliM) es
licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y profesora de educación media (https://www.facebook.com/mariana.ferrarelli).
Actualmente escribe su tesis de maestría en cuyo marco investiga el impacto de
las tecnologías digitales y las nuevas narrativas en la práctica docente. Se desempeña como facilitadora tecnológica en el colegio
Barker, donde acompaña a docentes y alumnos en la integración de tecnologías digitales en diversos proyectos pedagógicos.
Coordina tutorías virtuales para el INFoD, dependiente del Ministerio de
Educación de la Nación, y dicta cursos
de formación docente para la
Universidad de San Andrés. Escribe artículos
académicos sobre los siguientes temas: Aulas Heterogéneas, Narrativas
Transmedia, Alfabetización Digital y Nuevas Tecnologías aplicadas al campo
educativo (https://plus.google.com/+MarianaFerrarelli).
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