Como les contamos la semana pasada, las tres ideas
centrales, que en nuestra humilde opinión y según nuestra (necesariamente)
sesgada lectura, fueron las más discutidas en el Congreso fueron la (falta de) formación docente (y las
reconfiguraciones del rol del docente Universitario), la contextualización de la Universidad como actor social (y de la
Educación, entonces, como hecho profundamente político) y la heterogeneidad de l@s nuev@s estudiantes (y de los nuevos
contextos) como necesarios condicionantes y determinantes de nuestras prácticas
docentes.
Respecto al primer punto, la (falta de) formación docente, fueron varias las presentaciones
que abordaron este tema, varias las preguntas en esta dirección y muchas las
referencias a esta cuestión a la hora de debatir temas muy diversos. En este
sentido quedó clara la preocupación de
l@s docentes universitari@s por su propia (trans)formación no sólo (en la
Universidad o en Institutos de Formación Docente) previa a la práctica docente sino durante el ejercicio de la misma.
En su presentación Juan Antonio Huertas dedicó
un buen rato a desarrollar los programas de formación docente, los programas de
innovación (con convocatorias y fondos específicos) y los sistemas para evaluar
la calidad docente. En relación a
esto, Liliana Sanjurjo planteó “la formación como trayectoria (biografía
escolar, formación inicial, socialización profesional y desarrollo
profesional)” y la necesidad de instancias de “reflexión sistematizada, constante y rutinaria”, como forma de la
“capacitación” docente en la práctica. A lo largo de los dos días, aparecieron
en reiteradas situaciones lo que Flavia
Teriggi denominó en su presentación las “áreas de vacancia” reconocidas en
la formación docente, que incluyen fuertes críticas a la formación didáctica.
Obviamente que en este aspecto habría que diferenciar a l@s docentes de
escuelas medias de l@s docentes de nivel superior pero, en ambos casos, surge la
pregunta: lo que no se aprendió en la
etapa de “formación docente”, ¿dónde se aprende? Flavia Teriggi planteó posibles respuestas como “en la práctica, de los colegas, de la propia
experiencia, en la capacitación” y alertó del riesgo que tiene esto, en tanto
existe la posibilidad de que enfatice el carácter reproductivo de la Educación.
Apareció en varias discusiones una preocupación que ya planteamos en el Blog en
otras oportunidades: cuando la “formación
docente” (entendida ésta en su significado más formal, como las “Carreras
Docentes”, Especialidades en Docencia, Educación Continuada y otros espacios
formales de capacitación docente) es deficiente
(como ocurre en no pocos casos), los dos
factores que cobran mayor importancia en la toma de decisiones docentes son
la propia trayectoria escolar (o
educativa) y la cultura institucional
de la comunidad educativa en la que el docente se inserta y no es difícil imaginar hacia donde se
dirigen (o suelen dirigirse) estos dos factores.
En cuanto a las otras dos cuestiones mencionadas,
el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni abrió el Congreso recordándonos que “los alumnos nuevos que tenemos, no estaban en la Universidad”, que
la Educación es “una tarea política y
social”, que “un educador no es neutral”
y que nuestra práctica (y nuestra reflexión) “tienen que tener un componente ético”. En este sentido, Marco Antonio Rodriguez Diaz fue más
que claro en sus críticas a los sistemas de competencias del proceso de Bologna
o a los ranking internacionales de Universidades y dejó en clara su posición al
decir que “la calidad debe ir de la mano
con la pertinencia y con las necesidades de la sociedad”, al recordar las
palabras de Salvador Allende sobre “una Universidad al servicio de la sociedad”.
En relación al cambio en las características de nuestr@s estudiantes (y la
enorme cantidad de “primera generación de estudiantes universitari@s, sobre
todo en las Universidades del conourbano y de las provincias”), Villagra de Burgos habló de cómo “la diversidad de las poblaciones que llenan
las aulas choca contra una propuesta homogeneizadora”. Esto habla de una
total falta de contextualización de las
didácticas, como lo remarcó Elsa
Meinardi, al invitarnos a cambiar la pregunta “¿Cómo se enseña Química?” por la pregunta “¿Cómo se enseña Química a Quien?” y nosotr@s iríamos un paso más
allá, dejando de lado la enseñanza, y nos preguntaríamos “¿Cómo hacer para que estos “sujetos de derechos” (con sus contextos, sus
inquietudes, sus intereses, sus motivaciones, sus características) aprendan
Química?”. Al respecto, Livia García
Labandal abrió su presentación con una frase de Carlos Skliar (retomando la idea de Lévinas) que plantea el concepto de “hospitalidad” en la construcción del vínculo con “el otro”, algo
que (también) ya abordamos varias veces en este espacio. Tal vez se trate de
volver a escuchar la presentación de Ken Bain sobre el aprendizaje profundo
y sobre la “reconstrucción de modelos” pero no pensando en cómo harán nuestr@s
estudiantes para aprender nuestras disciplinas de manera profunda (cambiando
sus modelos de representación) sino en cómo
haremos nosotr@s para aprender a ser mejores facilitadores de los aprendizajes
que esperamos en nuestr@s estudiantes. Seguramente para ello tengamos que cambiar varios de nuestros modelos mentales
y eso, como dijo Bain, no se logra
sin esfuerzo, sin deseo, sin compromiso, sin interés y sin motivación. Tal vez
no estaba hablando de nuestr@s estudiantes, estaba hablando de nosotr@s!!! O,
como él mismo dijo (motivando la risa generalizada), “no de nosotr@s, de otr@s
docentes”.
Más allá de estas reflexiones hay dos “situaciones” que nos gustaría (respetuosamente)
criticar: la primera es la falta de
respeto al cumplimiento de los tiempos destinados a las exposiciones y la
segunda es la excesiva valoración de las
calificaciones (muchas veces) como
(casi única) forma de evaluación de
procesos complejos. Respecto al primer punto resulta increíble que docentes
experimentad@s, formadores de formadores, “expert@s” en didáctica, tengan que
“saltear” 10 o 15 slides porque no llegan y aún así se pasen del tiempo. A
veces pareciera ser que están usando presentaciones que tenían preparadas para
otra ocasión o que no practicaron sus exposiciones ni una vez. Algo parecido
ocurrió en algunas mesas de debate, la casi totalidad del tiempo que había para
discutir se usó en presentarse y “contar” los proyectos presentados, a pesar de
los esfuerzos de quienes coordinaban las mesas por hacerles entender “cuánto
duran tres minutos”. El otro aspecto llamativo es la necesidad de evaluar las
innovaciones u otras categorías de la compleja práctica docente respondiendo a
la (única) pregunta “¿Hubo un mayor
porcentaje de estudiantes aprobad@s?”. Lamentablemente esta (cuantitativa) necesidad
de “más aprobad@s” (además de poner en evidencia algunos supuestos y algunas
concepciones sobre la Educación que no compartimos) incurre en dos errores que
no podemos dejar pasar: el primero es la
suposición de que las calificaciones (a las que Ken Bain se encargó de destrozar en la charla inaugural del
Congreso) reflejan de alguna manera lo
aprendido y el segundo es el
reduccionismo que se hace de procesos complejos a un único elemento a evaluar
(los aprendizajes disciplinares de l@s estudiantes) como si no se tratará
de procesos multifactoriales y como si la investigación cualitativa (como
podría ser la investigación/acción en Educación) pudiera reducir su análisis a
los datos cuantitativos de porcentaje de aprobados o promedio de calificaciones
de tal o cual curso. Varias veces este Blog se ha posicionado en el “paradigma de la complejidad” y estamos
convencid@s de que la evaluación (de las innovaciones, de los procesos de
enseñanza, de los procesos de aprendizajes, de la heterogeneidad de l@s nuev@s
estudiantes universitari@s, de los nuevos contextos o de los vínculos que se
construyen en el aula) debe necesariamente ser abordada entendiendo estos procesos como complejos y multifactoriales. Como
dijo Marta Souto en su presentación,
“con multirreferencialidad teórica y complejidad, con heterogeneidad
metodológica pero respetando los principios y las teorías de cada aporte”.
Desde este Blog celebramos y celebraremos la
reflexión sobre la práctica docente, sobre los aprendizajes y sobre la
Educación y alentamos a docentes de todos los niveles educativos a que
participen de todos los espacios de vínculo y comunicación posible. Estamos
convencid@s del valor de este tipo de encuentros en los que podemos compartir
experiencias, ideas y reflexiones, y enriquecer nuestros pensamientos (y
nuestras acciones) con los aportes de colegas de diferentes lugares y variadas
trayectorias. Sin embargo, y como reflexión última pero no final (de este
texto), estamos igual de convencid@s del
valor que también tiene la reflexión de cada docente en su práctica diaria, de
cada equipo docente y de cada institución, puertas adentro, que sin
necesidad de viajar cientos de kilómetros ni de participar de eventos de estas
características será la base para
fundamentar los cambios que nos conduzcan a una Educación más equitativa, a una
práctica docente más innovadora que esté a la altura de los tiempos que nos
tocan y a ser verdader@s facilitadores de aprendizajes
cada vez más significativos en estudiantes cada vez más autónomos.
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