miércoles, 27 de noviembre de 2019

El “cubo Rubik”, el maestro ignorante y l@s estudiantes emancipadores (Segunda Parte)


En este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no aburrirnos entre una y otra, nos invitamos a (re)leer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.

La siguiente entrada fue publicada el Martes 23 de Julio de 2018:




         Aquí estamos, otra vez, para retomar/continuar el relato de mi historia/experiencia con el cubo Rubik. Por si no lo recuerdan en la primera parte de esta entrada les conté que hace unos años, en la Escuela secundaria donde trabajo se puso de moda (como ocurriera décadas pasadas) el famoso Cubo Rubik. L@s estudiantes lo armaban (algun@s a gran velocidad), intentaban aramarlo (o se “enseñaban” cómo) no sólo en los recreos y almuerzos sino también durante las clases.

En una clase en la que varios de mis estudiantes lo armaban (o intentaban armarlo) un@ de ell@s se me acercó y me preguntó “Profe, ¿sabés armarlo?”, a lo que yo respondí: “No, no sé armarlo. Y siempre me pareció algo absolutamente imposible para mi”. El estudiante me miró asombrado y me retrucó:

“No, es refácil. Vas a ver! Si yo te digo cómo aprender, como hice con él (señalando a un compañero) lo aprendés seguro!”

Como conté en la entrada anterior, su “método consistía”, como él mismo lo definió, en “mirar unos videos, practicar y listo” y ante mi pregunta “¿No sería más fácil si vos me enseñás o me mostrás como se hace y yo aprendo?” me respondió “No! Eso es imposible! Si yo te muestro, te explico, te digo lo que hago o trato de enseñarte pero lo hago yo, no lo vas a aprender”.

Sabiendo que voy a spoilear el final de esta historia/experiencia, déjenme anticiparles que, dos semanas después (tal como ell@s mism@s habían sugerido) y no cuatro, llegué feliz a la clase y ante la esperada pregunta “¿Y, profe? ¿Aprendiste a armarlo?”, respondí “Sí! Al final de la clase les muestro”.

Cuando estaba terminando la clase, les pedí uno de sus cubos y, ante su atenta (¿evaluadora? ¿inquisidora? ¿curiosa? ¿orgullosa de mi?) mirada, empecé a “armarlo”. Me equivoqué en una parte en la que solía equivocarme pero como me di cuenta pude “corregirlo” sobre la marcha (uno de ellos dijo “sí, eso pasa siempre”) y, finalmente, luego de unos minutos, lo armé! Recibí los (merecidos) aplausos, les dije que la semana que viene quería conversar un poco con ell@s sobre lo que (yo creía que) había “pasado” (o acontecido) ahí y me fui.

Ahora volvamos un poco para atrás y/o para adelante. 

¿Cómo había aprendido (yo) a armar el cubo Rubik?
¿Qué (no) habían hecho mis “estudiantes/docentes” para que yo (lo) aprenda?
¿Por qué no lo habría aprendido a armar si me lo “explicaban” o me enseñaban/mostraban “en vivo”?
¿Cómo (o por qué) aún hoy (y seguramente por muchos años más) si me dan un cubo puedo armarlo?
¿Qué (no) había ocurrido allí?

Sin ningún ánimo de responder estas preguntas, convencido de que las “mejores respuestas” (si es que existe algo así) para cada u@ serán las (propias) respuestas que a cada un@ le generen estas preguntas y, sin profundizar demasiado en las conversaciones posteriores que tuve con l@s estudiantes y con otr@s docentes (en un taller que armamos para reflexionar y conversar sobre este tema), me permito dejar algunos “puntos del ovillo” de donde empezar a tirar.

Entendiendo que no se aprenden igual “conceptos teóricos” que “destrezas” o cuestiones prácticas (como “armar” el cubo) empiezo por la obvia dificultad que representa enseñar (mostrar) a “hacer algo” de manera expositiva. ¿Cómo le explicarían a un extraterrestre la manera en que debe poner los labios, la lengua y la boca para (soplando de cierta forma) pronunciar la letra “f”?

Antes de dejarl@s a ustedes (y a sus presupuestos, experiencias y sensaciones) “a solas” con mis preguntas, quisiera proponer otro lugar (o mejor, un lugar Otro) desde donde pensar(lo). Partiendo de la base de que esos tutoriales (que el estudiante había definido como “un gallego que te explica cómo armarlo”) eran una cosa, un algo (podría haber sido un libro, un audio, una maqueta o lo que fuera) que ell@s me habían dado (la Derridiana cuestión del “don” queda para otra entrada) para que yo (mi voluntad y mi inteligencia) interactuara con esa cosa (en este caso, esos videos) retirándose ell@s (o, al menos, sus inteligencias) del acto (haciéndolo así) profundamente emancipador, me da la sensación de que lo que hicieron fue someter (por usar el término que el propio Ranciere usa) mi voluntad a la suya de una manera tan “simple” y conocida como es que un alguien desafíe a un Otro. Que un grupo de estudiantes desafiara a un docente (en este caso a uno al que no le gusta perder a nada y que es sumamenete competitivo) había alcanzado para “someter” mi voluntad (¿motivación?) y para encerrarme en ese “círculo” que proponía Jacotot pero ell@s habían retirado sus inteligencias (y las “escolares” y embrutecedoras explicaciones) de ese acto para dejarme (a mi) aprender.

Como dice Ranciereno se trata de aprender “sin maestro” sino “sin maestro explicador”:

“Los alumnos habían aprendido sin maestro explicador pero no por eso sin maestro. Antes no sabían y ahora sí. Por lo tanto, Jacotot les había enseñado algo. Sin embargo, no les había transmitido nada de su ciencia. En consecuencia, no era la ciencia del maestro aquello que el alumno aprendía. Jacotot había sido maestro por el mandato que había encerrado a sus alumnos en un círculo del cual sólo ellos podían salir, había retirado su inteligencia del juego, permitiendo que la inteligencia de sus alumnos se enfrentara con la del libro.” (“El maestro ignorante”, Jacques Ranciere)

Cambiando “libro” por “videos tutoriales y cubo”, no es que mis estudiantes no hubieran hecho nada, sino que (sólo) hicieron “otras cosas”. Y, por último, para no seguir “tirando de hilos” que condicionen los hilos de los que cada un@ quiera tirar, tenían absoluta confianza en que yo iba a aprender(lo)! Y así me lo hicieron saber todo el tiempo!

Ahora sí, l@s dejo a ustedes con mis preguntas (y con otras preguntas que quieran agregar), sus presupuestos, sus experiencias, sus sensaciones y, tal vez, sus (propias) respuestas:

¿Cómo había aprendido (yo) a armar el cubo Rubik?
¿Qué (no) habían hecho mis “estudiantes/docentes” para que yo (lo) aprenda?
¿Por qué no lo habría aprendido a armar si me lo “explicaban” o me enseñaban/mostraban “en vivo”?
¿Cómo (o por qué) aún hoy (y seguramente por muchos años más) si me dan un cubo puedo armarlo? 
¿Qué (no) había ocurrido allí?

No hay comentarios:

Publicar un comentario