En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 27 de Junio de 2017:
¿Qué es una clase larga? ¿Qué es una clase corta? ¿Cuándo una clase “se hace larga”? ¿Cuándo una clase “se hace corta”?
Es bastante común escuchar a l@s estudiantes quejarse de lo largas (y tediosas) que “se les hacen” (o, mejor dicho, les hacemos) ciertas clases. También nos puede pasar (si las planificamos y desarrollamos adecuadamente) que escuchemos a estudiantes decir que la clase “se pasó volando”. Tod@s entendemos qué quiere decir tanto una cosa como la otra y si bien no deberíamos dejar de reflexionar sobre los motivos por los para l@s estudiantes (y para l@s docentes) determinadas clases se (nos) pasan volando y otras se (nos) hacen eternas, ese no el objetivo de esta entrada.
Esta entrada pretende invitar(nos) a reflexionar sobre otra serie de expresiones también relacionadas con la “longitud” (sí, como una cuestión bien “métrica”) de las clases y habitualmente pronunciadas por l@s docentes como “tal clase es relarga”. No “se hace relarga” (ni recorta) por lo que hagamos (o dejemos de hacer) sino que l@s docentes dicen que, efectivamente, “es larga”. O corta. Sigamos.
Hace poco se “perdió” una clase (podríamos armar algo así como un “Missing Children” para las “Missing Classes”, no sea cosa que l@s estudiantes “se pierdan” de escucharnos hablar de algo) por un paro nacional (que incluía un paro de transportes) y la cátedra sugirió “recuperar” los contenidos de esa clase (otra vez, no sea cosa que l@s estudiantes aprendan algo sin que nosotr@s se lo “expliquemos”), no en cualquier clase sino en una puntual porque esa clase “es más corta”. Me quedé pensando. ¿Acaso todas las clases de nuestra materia no duran tres horas y media? Sí, sí, ya sé que es muchísimo pero dejemos eso para otra entrada. ¿Acaso (casi) todas las clases de (casi) todas las materias no duran lo mismo? ¿Qué quería decir que esa clase es “más corta”? ¿Que hay menos “para dar”? ¿Que los temas (o lo que l@s docentes sabemos/decimos/recortamos de los temas) de ese día son menos extensos? Cuando un docente dice que tal clase “es relarga”, ¿qué querrá decir? ¿Que hay más “para dar”? ¿Que los temas (o lo que l@s docentes sabemos/decimos/recortamos de los temas) de ese día son más extensos?
No deja de llamarme la atención lo fácil que se asocia “clase” con contenidos y “contenidos” con “exposiciones” orales de l@s docentes. No deja de sorprenderme la concepción del conocimiento (y de los modos de construir conocimiento) que hay que tener para creer que un tema es “largo” o “corto”, midiéndolo en función de lo que dice el programa de contenidos de una materia, de lo que sabe (o cree saber) el docente o, peor aún, de lo que el docente “dice” en una clase, como una verdad revelada, única, incuestionable, acabada y finita. Independientemente de lo inútil que puede resultar (en no pocos casos) la (mera) exposición oral de un tema, ¿alguien cree que en una clase podría “decirse todo” de algún tema? Si siempre es un recorte, ¿no podríamos recortar más o menos (lo que decimos, no lo que se aprende!) en función del tiempo de clase que querramos dedicarle al “momento expositivo”, si es que lo hubiera?
No tenemos dudas de que (en función de lo que hagamos l@s docentes y de lo que les propongamos hacer a l@s estudiantes) hay clases que se (nos) pasan volando y otras que se (nos) hacen eternas pero, si aceptamos que el conocimiento no es limitado, no es “abarcable” en ningún caprichoso recorte académico, es dinámico y se construye social y constantemente, no podemos pensar la clase en función de una “longitud” que no existe y que niega (o, al menos, desconoce) la posibilidad de que l@s estudiantes aprendan más (o menos) que lo que l@s docentes sabemos o creemos saber.
Empiezo a pensar que esta entrada se está “haciendo muy larga”, no porque no tengamos más cosas por decir sino porque creemos que es hora de que este texto (si cumple su objetivo) l@s haga decir algunas cosas a ustedes, l@s haga pensar cosas que no han pensado, escribir cosas que no han escrito y, si así fuera, seguramente cosas que nosotr@s ni pensamos, ni escribimos, ni imaginamos. Y, tal vez, (ahora sí) ses sí sea el objetivo de esta entrada.
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