En este 2019, el Blog #AsíFuimosAprendiendo
incorporó una nueva “sección” en la que referentes del campo educativo,
docentes y estudiantes nos invitan a leer 5 libros que les (trans)formaron, les
conmovieron, les ayudaron a repensar sus prácticas o que, por algún motivo,
creen que estaría bueno que otres docentes (y otres estudiantes) preocupades
por “la Educación” y los aprendizajes, los leamos.
En esta entrada es un placer publicar “los 5
libros para tu (trans)formación” de Mercedes Lavalletto *.
“El ojo ilustrado.
Indagación cualitativa y mejora de la práctica educativa” de Elliot Eisner (1998).
Este libro constituye un marco de referencia insoslayable para
la formación en investigación y evaluación de las prácticas educativas. Lo
considero fundamental para mi ejercicio profesional en tanto aporta
herramientas para afinar las búsquedas de información, así como también, para
desnaturalizar aquello que pareciera instalarse desde el sentido común como lo
novedoso cuando no lo es. Entonces la lectura de la obra me hace ratificar en
la importancia que reviste la teoría como herramienta para analizar con
rigurosidad los supuestos que conciben a las prácticas de una forma u otra. No
se puede comprender las prácticas sin la rigurosidad de sus fundamentos
epistemológicos, gnoseológicos y político-pedagógicos. Todo eso me aporta este
libro.
“Pedagogía de la
formación”, de Gilles Ferry (1997).
Una de las notas distintivas de este libro es el concepto de
formación postulado por el autor. Sostiene que la formación se refiere a una
dinámica de desarrollo personal que implica la preparación para una determinada
práctica profesional. Si analizamos la
conceptualización de Ferry, vemos que dinámica alude a devenir, a un proceso
que entrama aprendizajes de diversa naturaleza que se llevan a cabo en diferentes
contextos y situaciones. Del mismo modo, para que haya formación se requiere la
mediación de un tercero, pero también un trabajo riguroso y sistemático sobre
uno mismo. “Sólo hay formación cuando uno puede tener un tiempo y un espacio
para el trabajo sobre sí mismo” (Ferry, 1997: 56). ¿Por qué me parece valioso este libro? Por la
razón de que aporta un enfoque sobre la formación que no se reduce a lo
estrictamente disciplinar- lo cual es importante también- sino que contribuye
al desarrollo de una mirada reflexiva que promueva la comprensión, y al mismo
tiempo, el distanciamiento al momento de preguntarse sobre la clase de docente
que una quiere ser. Lo uso mucho con mis estudiantes del campo de la formación
en la práctica docente (de espacios curriculares de prácticas y residencia) en
los profesorados porque están en un momento crucial de su formación.
“El saber didáctico”, de Alicia Camillioni
y otras (2007).
Soy profesora de Didáctica General y Didáctica de Nivel
Superior en la Universidad y en Institutos de Formación Docente desde hace diez
años. Este libro es referencia insoslayable para introducirse en el estudio del
campo de la Didáctica, sabiendo que es un campo para nada sencillo para
formarse en la docencia. Generalmente la Didáctica goza de mala reputación en
la Universidad como en los Institutos y esto es algo que me preocupa porque
impera el sentido común banalizado a la hora de abordar su objeto de estudio
que son las prácticas de la enseñanza. Procuro, a través de esta obra trabajar
con los supuestos que traen los/as estudiantes sobre la enseñanza, la docencia,
el aprendizaje, el conocimiento que puedan revisar los mismos aportando
herramientas teórico-epistemológicas que les permitan pensar en el qué, cómo y
para qué enseñar entendidas como preguntas vertebradoras -que constituyen una
unidad de sentido- de manera crítica, fundamentada y sustentadas en bases
teóricas sólidas comprometidas con un proyecto político-educativo inclusivo,
democrático y emancipador. Todo eso me aporta el libro y es un desafío
permanente. Como señalan otros referentes del campo para enseñar no basta con
dominar el contenido y saber la asignatura. Por el contrario, se requiere
formación rigurosa que ayude a revisar, analizar, comprender y mejorar las
prácticas de la enseñanza. En ese sentido, y a modo de homenaje, mi aporte
también se complementa con la reflexión de Débora Kozak -colega entrañable- con
quien afortunadamente tuve el gusto de trabajar en el Normal 1, donde hemos
tenido largas conversaciones sobre este tema. Dejo aquí el enlace de su blog
sobre la defensa del discurso didáctico como eje para revisar las posturas en
torno al mismo:
“Evaluar para aprender. Examinar para
excluir”, de Juan Manuel Alvarez Mendez (2001).
El libro empieza con una cita de Comenio que es la suma perfecta
de lo que contiene la obra: "No se haga aprender de memoria sino la que
haya sido rectamente comprendido por la inteligencia. Y no se exija a la
memoria más que lo que estemos ciertos que sabe el libro." El autor propone
reflexionar sobre las prácticas de evaluación y su relación con los procesos de
enseñanza y aprendizaje. En contraposición de una visión tecnocrática plantea
argumentos sobre la evaluación que deben caracterizarse por ser democráticos,
negociados y transparentes, al servicio de los protagonistas del aprendizaje.
Asimismo, la evaluación debe pensarse como un continuum, es decir, alineada con
las concepciones sobre la enseñanza y sobre el aprendizaje y fundamentalmente
preocupada por la forma en la que los/as alumnos/as aprenden, sin descuidar la
calidad de lo que aprenden. Por esta razón, la evaluación educativa constituye
una actividad práctica que pone el foco en
la formación integral de las personas que participan en el proceso. Por
lo tanto, es una cuestión ética y no solo académica porque el autor afirma que
si entre los aspectos técnicos preocupa la objetividad, entre los éticos la
preocupación se centra en la acción justa, ecuánime, equitativa. Lo considero
una herramienta valiosa para pensar en un tema controvertido, y al mismo
tiempo, insoslayable en relación con las prácticas de enseñanza y su relación
con los procesos de evaluación de los aprendizajes.
“Amigos por el
viento”,
de Liliana Bodoc (2008).
El libro comienza así "A veces, la vida se comporta como
el viento: desordena y arrasa. Algo susurra, pero no se le entiende. A su paso
todo peligra; hasta aquello que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo, o las
costumbres cotidianas." Los símbolos que se emplean en el libro - y en
toda obra literaria- me resultan elementos esclarecedores para comprender los
problemas que se nos presentan a diario -de baja, mediana y alta complejidad- y
cómo los mismos, en el marco de nuestra vida cotidiana son "como un
viento" que desacomodan todo lo que creemos está estable o establecido.
Puede ser una constante, o en su defecto ser un elemento "arrasador" -como
la mayoría de las veces lo es- que no está exento de lo inesperado, de
sorpresas y de asombros y lo que creemos que es amenazador finalmente no lo es.
A veces el efecto de las cosas que pasan, que creemos, solo influirá en
nosotros mismos, resulta ser compartido, porque a los demás también les sucede.
Por eso la comprensión, la compañía, la comunicación con el otro son
fundamentales en "tiempos de abrir las ventanas" (Bodoc, 2008) cuando
los vientos están, pasan por encima, o en su defecto ya pasaron. Lo elijo
porque es un libro que me acompañó en los últimos años en mi enfermedad y
tratamiento de cura, así como también, en otros momentos de la vida. Pero no es
menor si nos ponemos a pensar en los vientos que atraviesan nuestras prácticas
educativas ¿cómo los reconocemos? ¿cómo los pensamos y nos disponemos a
intervenir para acompañar al/a la otro/a que puede estar en medio de un
vendaval? y ahí nuestra responsabilidad es fundamental para sostener al otro en
sus diferencias, ritmos siendo garantes de su derecho a aprender en una
sociedad más justa.
* Mercedes Lavalletto es
Profesora y Licenciada en Ciencias de la
Educación por la UBA. Ejerce la docencia en el nivel secundario,
superior y universitario. Su área de interés académica es la Didáctica y la práctica docente. Es una orgullosa caída de la educación pública, desde el jardín hasta el
posgrado. Le gusta el teatro, el cine, las artes plásticas,
escribir historias y leer ficción y mirar partidos de fútbol del ascenso.
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