En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 21 de Octubre de 2014:
En este 2014 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos incorporar textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.
Como dijimos en una entrada anterior pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.
Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió María Florencia Acosta *.
Cuando Flor reflexiona sobre cómo aprende contenidos académicos nos cuenta que “tengo mucha memoria fotográfica, con lo cual después de estudiar y a la hora de rendir lo que suelo hacer es acordarme en que hoja estaban lo temas. O también sin pensarlo tomo de referencia cosas que quizás no tengan que ver con lo que estoy estudiando”. Flor reflexiona sobre cómo las diferentes prácticas características de cada un@ (como tomar apuntes, hacer resúmenes o cuadros sinópticos) pueden, al mismo tiempo, ser una ventaja o una desventaja a la hora de estudiar: “en la facultad en las clases teóricas no tomo nota, creo tener la capacidad de acordarme sin escribir, el problema es que a la hora de estudiar nunca tengo de donde”.
Habitualmente l@s estudiantes nos recuerdan que no se aprenden (ni estudian) igual, contenidos diferentes. En ese sentido, y como lo manifestaron otr@s much@s estudiantes, Flor vuelve sobre el tema de la repetición, “en el caso de las materias que exigen cálculo, en general ejercito hasta el hartazgo”.
En las palabras anteriores se advierte la relevancia que tienen las prácticas que invitan a l@s estudiantes a experimentar con formas diferentes de estudiar o de acercarse a contenidos de campos disciplinares disímiles. ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de éstas u otras herramientas facilitadoras de los aprendizajes? Y ya que estamos en “tono preguntón”, ¿Se dieron cuenta que en su relato en ningún momento habla de l@s docentes (ni de las prácticas de enseñanza) cuando cuenta “cómo aprende”?
Profundizando en esta cuestión de “diferentes disciplinas, diferentes métodos de aprendizaje”, Flor insiste con la idea de la repetición pero aclarando que depende de los contenidos: “no uso los mismos métodos para aprender las diferentes cuestiones. Lo que si repito como forma de aprendizaje, es la cuestión de la repetición hasta el hartazgo, pero en general, ahora que lo pienso, no tienen similitudes”.
A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes “académicos” y “no académicos”, Flor nos deja una reflexión que tiene que ver con algo sobre lo que ya insistimos varias veces en este Blog: la relevancia de la motivación y los intereses como punto de partida para aprendizajes significativos. Flor pone ejemplos bastante claros al respecto, ejemplos en los que, como diría Jacotot, no necesito de un “maestro explicador”: “Soy muy autodidacta y obstinada, con lo cual si algo me interesa aprender busco todos medios necesarios hasta que lo aprendo y luego no lo hago más. Esto viene de chiquita, por ejemplo; quería saber coser a máquina así que pedí que me pongan la máquina de coser en la mesa, que me digan como se ponía el hilo y me puse a practicar, lo mismo pasó con aprender a tejer a dos agujas y crochet. Lo último que hice, fue querer aprender a hacer origami, así que busqué en YouTube varios tutoriales y aprendí, obvio eso es algo que ya no hago más. Pero en general siempre hago lo mismo”.
Finalmente, Flor nos deja su propia concepción de esta palabra, esta idea, este concepto que tanto nos cuesta entender pero que tanto queremos facilitar y que confirma que muchas veces ni siquiera pensamos en cómo aprendemos cuando, efectivamente, aprendemos algo: “La verdad respecto a la pregunta ¿qué es aprender?, no era algo que me hubiese cuestionado. Creo que es algo que internalizamos y después lo usamos para siempre. El tiempo y la formación que uno tiene hacen que cada uno perfeccione el método a su gusto”.
* María Florencia Acosta (@floreacosta en Twitter; Facebook.com/mfloreencia.a en Facebook; www.tumblr.com/blog/tressdeseos) es estudiante de Arquitectura en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) en la Universidad de Buenos Aires. Espera poder dedicarse el resto de su vida a lo que ama profundamente, que es la arquitectura. Es alérgica a los gatos, pero los ama y quisiera tener miles. Es una amante apasionada de cualquier red social.
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