En este nuevo año escolar/académico en el
que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes
(cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en
nuestres estudiantes (cada vez) más autónomes; tendremos una entrada nueva el último Martes de cada mes y, para no
aburrirnos entre una y otra, nos
invitamos a (re)leer, cada día, una de las
entradas publicadas los años anteriores. Para quienes no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para quienes
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 2 de Septiembre de 2014:
Somos much@s l@s que siempre decimos que nos sentimos orgullos@s de desarrollar nuestra tarea (en docencia, en investigación y en extensión) en la Universidad de Buenos Aires; una Universidad pública, no arancelada, inclusiva, cogobernada y de ingreso irrestricto. Pero no somos poc@s l@s que también pensamos (decimos e intentamos obrar en consecuencia) que debe ser cada vez más pública, cada vez más “no arancelada” (y esto incluye a los posgrados y cursos extracurriculares), cada vez más inclusiva, cada vez más (y mejor) cogobernada y cada vez de un ingreso “más irrestricto”.
No somos ingenu@s y sabemos que la Universidad (o al menos lo que simboliza o representa esta “construcción”) no es, por definición, popular sino todo lo contrario: fue, es y será una institución “de élite” (o “de las élites”) con el objetivo último (o primero) de reproducir el status quo y las relaciones de poder imperantes en la sociedad.
Es cierto que en esta última década en nuestro país ocurrió una enorme transformación en este sentido, con la creación de nueve Universidades Nacionales y el notable crecimiento de las llamadas “Universidades del conurbano”, con una enorme tasa de estudiantes (y egresad@s) primera generación de universitari@s y con la esperanza que esto supone para las trasformaciones, que estos nuevos profesionales puedan producir en nuestra sociedad. Sin embargo, no es menos cierto que la Universidad de Buenos Aires (fiel a su “tradición”) se ha mantenido bastante ajena a estas cuestiones, a pesar de algunas decisiones “institucionales” (de dudosa y discutible implementación), como la (inminente) creación de escuelas secundarias destinadas a jóvenes que viven en zonas con (muchos) derechos vulnerados (cosa que otras Universidad ya venían haciendo), los proyectos de voluntariado (muchos de ellos sólo “para rellenar” el CV de algun@s docentes), algunas prácticas de extensión o las (novedosas y controversiales) prácticas sociales supervisadas.
Aún así, much@s “elegimos” desarrollar, con convicción y esperanza, nuestra tarea en la Universidad de Buenos Aires porque estamos convencid@s de que es “el lugar” desde el cuál tenemos que librar esta batalla. En este sentido Jorge Larrosa dice que “hay que trabajar en la Universidad pero contra la Universidad, convertirse en agentes dobles y, sobre todo, cultivar espacios fuera, transitar entre el afuera y el adentro, introducir en la Universidad lo que no es Universidad, lo que es heterogéneo a sus lógicas y sacar de la Universidad a las personas y a los saberes, hacer con ellos otras cosas, en otros lugares, de otras maneras”.
Se trata de construir la Universidad que queremos, la Universidad que soñamos, una Universidad pública en el mejor (y más literal) sentido de la expresión: una Universidad del Pueblo y para el Pueblo. Es como dijo el Comandante Ernesto “Che” Guevara en aquel célebre discurso al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Central de las Villas: “la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca.”
Como siempre decimos, no nos gusta la idea de “excusarnos” en las instituciones y en todo aquello que “no nos dejan hacer” la escuela, la Universidad o el sistema educativo. No nos gusta lo “impersonal” que suena la idea de “la Universidad”. Preferimos “levantar el guante” y hacernos cargo de que, en algún punto y de alguna manera, nosotr@s somos la escuela, la Universidad, el sistema educativo. No es “la Universidad” (por sí misma como un ente impersonal) la que se va a pintar de pueblo, somos nosotr@s l@s que debemos pintarla.
La Universidad de Buenos Aires somos tod@s: l@s estudiantes, l@s docentes, l@s no docentes, la sociedad toda. Y es por eso que allí donde el Che decía, sobre la Universidad, “que se pinte”; nos proponemos decir (y actuar en consecuencia) sobre la Universidad de Buenos Aires: “Pintémosla nosotr@s”!!!
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