En esta primera parte de
este nuevo año
escolar/académico en el que esperamos seguir
reflexionando, seguir discutiendo
y seguir (trans)formándonos como
docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más
significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una
de las entradas publicadas los años anteriores,
como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas
podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que
sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a,
(nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los
aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 22 de Agosto de 2017:
Desde 2014 el Blog viene publicando textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”. Como dijimos en varias entradas anteriores pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.
Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@as estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Martina Sisco *.
Cuando Martu reflexiona sobre cómo aprende contenidos escolares nos cuenta que “es muy útil estar en tema, o tener una mínima idea de lo que nos van a enseñar, antes de que se dé esa explicación. El hecho de estar en tema, hace ganar tiempo en el proceso de aprendizaje, ya que en muchas ocasiones ocurre que debido a distintas circunstancias, los profesores tienen que explicar ciertos temas muy rápidamente para ‘cumplir con el programa’ o para llegar a tomar tal evaluación en tal fecha. De esta forma, el profesor no se tiene que pausar tanto y nosotros, los estudiantes, podemos hacer mayor cantidad de preguntas, para comprender más a fondo el tema, ya que al comprender más sobre éste, más preguntas surgen”. Martu destaca el rol que juega la autoevaluación y la formulación de preguntas en sus propios aprendizajes: “me sirve inventarme preguntas, para ver si puedo responderlas, y de esa forma chequear si efectivamente aprendí el tema en cuestión, o tendría que continuar la lectura” y realiza una diferencia (o un agregado) para el caso de las materias más “prácticas”: “si es una materia que, además de tener cosas teóricas, incluye una parte práctica, como matemática o química, intento hacer ejercicios y a su vez leer el material teórico que me facilite la realización de estos, también escribiendo notas al margen o las dudas que me van surgiendo. Y una vez que terminé todos, vuelvo a las dudas que tuve, y quizá puedo resolverlas yo, sin tener que preguntarle al profesor, ya que avancé más sobre el tema en cuestión”.
En las palabras anteriores se advierte el valor que tienen para Martu estrategias como la lectura previa, la formulación de preguntas o la autoevaluación. ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de éstas u otras herramientas facilitadoras de los aprendizajes?
Cuando piensa en aprendizajes no académicos ni escolares, Martu le otorga un valor central al tiempo y a un “Otro” que nos orienta y nos ayuda en ese aprendizaje: “creo que para aprender algo lo fundamental es dedicarle tiempo. No se puede agarrar una guitarra y desde el principio querer tocar perfectamente, aunque eso estaría genial, sino que, en primera instancia necesitás, de la misma forma que en un aprendizaje académico, de alguien que te explique lo básico, por ejemplo cómo sostener la guitarra, o cómo posicionar las manos, y los dedos, los acordes básicos, y de ahí en adelante practicar e ir mejorando cada vez más. Y creo que es esencial que en ‘los primeros pasos’ alguien esté ahí explicándonos lo básico. Por ejemplo, desde que soy chica, cuando veo tres pelotitas de tamaños similares, me pongo a intentar hacer malabares, los cuales me salían desastrosos. Hasta que un “experto” en esto, me explicó cómo posicionar las manos, en qué momento lanzar una de las pelotitas al aire y de qué forma hacerlo, y tuvo más sentido todo, y de esta forma pude mejorar mis malabares. Pero ya sea aprender a tocar la guitarra, a hacer malabares o a andar en bicicleta, o la actividad que fuese, hay que dedicarle tiempo e intentar y seguir intentado hasta que salga lo que buscamos”.
A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes “escolares” (o académicos) y “no escolares” (o no académicos), Martu parece coincidir con la célebre y potente idea de Carlos Cullen (“el deseo de aprender y el poder de enseñar”) y vuelve sobre la importancia de lo que acontece en ese vínculo entre el que quiere aprender y el que quiere enseñar o, mejor aún, que l@s otr@s aprendan: “en todo proceso de aprendizaje, ya sea referido a cómo se produce la fotosíntesis o para hacer palo chino, tiene que haber un compromiso por parte de todos los integrantes de éste. Yo tengo que estar comprometida a aprender, y ponerle toda la onda posible para que no sea una tarea tan complicada para la persona que me va a enseñar, quien también debe estar comprometida, ya que, además de resultarme más llamativo lo que me enseñarán, es posible que la otra persona aprenda algo de enseñarme, quizá un mecanismo para facilitar el aprendizaje en la próxima persona a la que le enseñará, u otra forma de encarar el tema. Entonces, para yo poder aprender algo, primero tengo que estar comprometida, y ahí notar el compromiso de la otra persona”.
Finalmente, Martu nos deja una idea interesante que la Educación “formal” y quienes realizamos (al menos parte de) nuestra tarea en ella no debiéramos desoír: “yo estoy más motivada a aprender algo no escolar, ya que es algo que elijo en su totalidad y no me lo imponen ni obligan a aprenderlo, pero creo que sea cual sea el tipo de aprendizaje, es fundamental, como dije anteriormente, dedicarle tiempo y ganas de querer saber, tener curiosidad sobre las cosas, y querer ir más allá de lo que sabemos. Entonces, si me preguntan cómo aprendo, la respuesta es intentando”.
* Martina Sisco es egresada de la Escuela Agropecuaria de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA, futura médica, y feliz voluntaria en el área de apoyo escolar en Fátima. Creyente de que si todos transmitimos algo de lo que aprendimos, el mundo puede mejorar.
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