En esta primera parte de este nuevo año escolar/académico en el que esperamos seguir reflexionando, seguir discutiendo y seguir (trans)formándonos como docentes (cada vez) más facilitadores de aprendizajes (cada vez) más significativos en nuestr@s estudiantes (cada vez) más autónomos; nos invitamos a releer, cada día, una de las entradas publicadas los años anteriores, como forma de volver a “ponernos” en tema. Para l@s que no las leyeron, éstas podrán ser un (nuevo) disparador para la reflexión y el análisis y para los que sí, es probable que las (re)pensemos desde otro lugar y nos inviten a, (nuevamente) pero de otra manera, reflexionar sobre nuestras prácticas y los aprendizajes.
La siguiente entrada fue publicada el Martes 27 de Mayo de 2014:
En este 2014 el Blog espera, una vez más, incorporar nuevas maneras de reflexionar sobre la Educación y los aprendizajes. Además de las (ya habituales) notas de opinión, de las entrevistas (a docentes y estudiantes) y de los textos escritos en colaboración, queremos incorporar textos que reflexionen sobre “cómo aprendemos”.
Como dijimos en una entrada anterior ("De una pedagogía de la enseñanza a una pedagogía de los aprendizajes") pareciera ser que much@s docentes creemos (con las mejores intenciones) que debemos ser facilitadores de los aprendizajes y obramos o creemos que obramos (en consecuencia) con el objetivo de que nuestr@s estudiantes aprendan.
Sin embargo, no tenemos muy en claro “cómo se aprende”, qué hacen nuestr@s estudiantes para aprender, cómo hacen nuestr@s estudiantes para aprender los contenidos (disciplinares, actitudinales y de procedimientos) de nuestras materias.
Es por eso que nos proponemos darle una vuelta de tuerca a esta reflexión a partir de relatos, en primera persona, que den cuenta de cómo aprendemos o cómo aprenden l@s estudiantes, con el objetivo de ser mejores facilitadores de esos aprendizajes (cada vez más significativos) en nuestr@s estudiantes, cada vez más autónomos. En este caso la reflexión es a partir del relato que gentilmente escribió Mora La Vitola *.
Cuando Mora reflexiona sobre cómo aprende contenidos escolares nos cuenta que “intento aprovechar al máximo mi entendimiento que creo que es lo que mejor funciona y usar lo menos posible la memoria para acordarme conceptos, que por lo menos en mí resulta un método con el cuál suelo mezclarme todo o equivocarme. Mi estudio de memoria se basa en reglas nemotécnicas”. Mora rescata y relativiza al mismo tiempo el valor de “estudiar de memoria” pero rápidamente introduce uno de los conceptos más claros de su relato: no se estudian (ni se aprenden) igual contenidos disciplinares diferentes. Como discutiendo atemporalmente con la Coménica idea de una didáctica para “enseñar todo a todos”, Mora diferencia “lo que hace para aprender” materias (o contenidos) diferentes: “en algunos casos como Química, la mayoría de mis aprendizajes se basan en un proceso con dos partes: el primero consta de entender el tema, el funcionamiento integral del sistema y hacer todas las anotaciones posibles para el día de mañana guiarme; el segundo implica estudiar la forma de explicar lo que ya entendí antes, aprendiéndome un orden en el cual quiero contar los procesos, lo cuál sería la parte más “de memoria” o “de estudio” para poco a poco ir relacionándolos entre sí usando el entendimiento del tema de la primera parte”. Sin embargo, “en materias más bien teóricas, con menos relación en los conceptos o con una relación menos clara, intento hacer cuadros con flechas en los que pueda establecer claramente la relación de los conceptos entre sí, para después estudiarlos entendiendo cada cosa que estudio y que cada una de estas me derive a otra, armándose lo que antes expliqué como “el orden en que quiero ir explicando”, en este caso no procesos pero diferentes aspectos. Además estos gráficos me permiten después acordarme donde estaba cada concepto dentro del cuadro y según la ubicación ya también puedo deducir algunas cosas al momento del examen que a salvar alguna pregunta ayuda”.
En las palabras anteriores, que Pichon Rivière denominaría “momento lógico” (en sus tres momentos del “proceso de conocimiento”), se advierte el valor que tienen para Mora las anotaciones, el estructurar los conceptos en cierto “orden”, el relacionar los temas o los mapas conceptuales. ¿Cuántas de nuestras propuestas didácticas o de las actividades que (habitualmente) les proponemos a nuestr@s estudiantes involucran la utilización de éstas u otras herramientas facilitadoras de los aprendizajes? Y ya que estamos en “tono preguntón”, ¿Se dieron cuenta que en su relato en ningún momento habla de l@s docentes (ni de las prácticas de enseñanza) cuando cuenta “cómo aprende”?
Independientemente del tipo de materia o del tipo de aprendizaje, Mora considera central “la repetición”: “En todos los casos anteriores repito muchas veces las mismas frases/vías/ejercicios hasta que me salen para explicarlos (o hacerlos) con las palabras que quiero y hasta que siento la seguridad de que así voy a poder explicarlo al momento de la evaluación”. Muchas veces por la forma en que se estructuran los contenidos escolares o académicos y por los (discutibles y “repensables”) “tiempos del sistema educativo”, nos olvidamos del valor de la repetición y de algo central: aprender (de verdad y de manera profunda) lleva tiempo! En este sentido, Mora reflexiona sobre otros tipos de aprendizajes: “muchísimos casos de aprendizajes de la vida cotidiana, desde aprender a andar en bici o a atarme lo cordones hasta aprender audioperspectiva en música o técnicas del violoncello, las adquiero repitiendo lo que quiero aprender muchas veces (que siempre me salen mal) hasta que en una clase como todas entiendo absolutamente todo (como me pasó con audioperspectiva) o en un intento aislado después de haber probado mil veces de golpe sale. La clave está en repetir muchas veces lo mismo, detectando los errores y siendo muy persistente. En cuanto al momento en que llego a sentirme segura lo único que puedo decir es que tarda”.
Más allá de la relevancia del hecho de que “aprender lleva tiempo”, Mora insiste en ayudarnos a pensar en “ese momento” en que “entiende todo”, ese “momento mágico” en que… aprende!!! Al respecto nos cuenta que: “en los dos ámbitos, tanto escolar como extraescolar, suele pasarme que en un momento determinado “entiendo todo”, muchas veces a partir de aprender o entender un detalle o conocimiento que me ayuda a unir muchos otros o algún recuerdo con lo que estoy aprendiendo”. ¿Qué es lo que pasa en ese “momento mágico”? ¿Qué lo disparó? ¿Podía haber ocurrido antes? ¿Podía no haber ocurrido nunca? ¿Podemos facilitarlo de alguna manera, creando las condiciones para que ocurra?
A la hora de pensar, de manera comparativa, los aprendizajes “escolares” (o académicos) y “no escolares” (o no académicos), Mora nos deja una reflexión que no debemos dejar pasar por todo lo que tiene “atrás”, o “adentro” o “alrededor”: “la diferencia que encuentro es que dentro de los aprendizajes escolares nunca podría pasarme que algo que hago de forma más “automática” pase a ser algo más pensado, más bien lo que me pasa o intento es que sea al revés”.
Finalmente, Mora nos deja su propia concepción de esta palabra, esta idea, este concepto que tanto nos cuesta entender pero que tanto queremos facilitar: “yo creo que aprender es lograr pasar un concepto, un tema, una materia, primero por un proceso de entendimiento, después por otro de memorización y por último aprender a expresarlo y explicarlo desde diferentes lugares que salgan desde el pensamiento propio. Más fácil: poder tomar un concepto ajeno, hacerlo propio y poder pasarlo de nuevo”.
* Mora La Vitola es estudiante de la Escuela de Educación Técnico Profesional de nivel medio en Producción Agropecuaria y Agroalimentaria (Facultad de Ciencias Veterinarias – UBA) entre ex y (con ganas de) actual violoncellista, con mucho gusto por la música y mucho interés por la política.
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