Como les contamos la semana pasada, la palabra más
repetida a lo largo del Congreso no fue “Educación”, ni fue “aprendizajes”, ni
fue “docente”, ni fue “docencia”. La
palabra más repetida fue: “otro”. Como adelantamos en la entrega anterior,
nos alegramos profundamente de este hecho para nada menor, ya que consideramos
que todo lo que hace a nuestra práctica
docente y, por ende, a los aprendizajes de nuestr@s estudiantes está
determinado por una cierta manera de construir al otro y de darle al otro “un
lugar”.
Dos ideas aparecieron, abordadas desde diferentes
lugares, a lo largo de varias actividades, indicando que son cuestiones centrales del debate actual:
la dimensión ético-ideológica de la
tarea docente y la construcción del
otro en tanto otro.
Respecto a la variable
ético-ideológica de la labor docente, el Dr. Carlos Cullen nos invitó a pensarla como una variable a mitad de camino entre el acontecimiento (aquello que
acontece como nuevo, que rompe y hiere -desde su “ser diferente”- con la idea
de seguir siendo igual) y la
hospitalidad (como la acogida intencionada a una alteridad que interpela
nuestra condición de vulnerabilidad; como aceptación del otro en cuanto otro) y
no como una supuesta “ética profesional” (defensa contra la “mala praxis”). Una dimensión ético-ideológica de la
docencia entendida no ya como una forma de “prudencia pedagógica” sino como una
práctica profundamente ético-política.
A la hora de pensar la cuestión de la construcción de la otredad, se
mezclaron cuestiones como el debate entre “igualdad”,
“diferencia”, “singularidad”, “homogeneidad”
y “diversidad” con otras más
filosóficas que van desde los
Foucoultinaos “cuidado de sí” y “cuidado del otro” hasta el tipo de vínculo antropológico que se
construye entre los diferentes actores del hecho educativo.
Ambas reflexiones se entrecruzan en la idea de la
hospitalidad como interpelación ética y como aceptación de otro en cuanto otro,
sin reducirlo a la totalidad de nuestra mismidad y sin dominarlo pero, al mismo
tiempo, esa ética docente aparece como un saber estar siempre abiertos a la
interpelación ética del otro en cuanto otro, con el cuidado de sí (y cuidado
del otro) y con hospitalidad frente al acontecimiento.
En relación con estas cuestiones también quedaron
flotando en el aire otras dos
reflexiones interesantes: la
responsabilidad indelegable de l@s docentes y la dimensión más “humana” de nuestra tarea. En este sentido, Alejandro Santader dijo que “debemos preocuparnos por el mundo que le
vamos a dejar a nuestros chicos pero también por los chicos que le vamos a
dejar a nuestro mundo” y Carlos
Skliar planteó la necesidad de “devolver
la Educación a la Patria de los afectos”, en la que fue sin dudad una de
las mejores (y más motivadoras) presentaciones del evento.
Desde este Blog celebramos y celebraremos la
reflexión sobre la práctica docente, sobre los aprendizajes y sobre la
Educación y alentamos a docentes de todos los niveles educativos a que
participen de todos los espacios de vínculo y comunicación posible. Estamos
convencid@s del valor de este tipo de encuentros en los que podemos compartir
experiencias, ideas y reflexiones, y enriquecer nuestros pensamientos (y
nuestras acciones) con los aportes de colegas de diferentes lugares y variadas
trayectorias. Sin embargo, y como reflexión última pero no final (de este
texto), estamos igual de convencid@s del
valor que también tiene la reflexión de cada docente en su práctica diaria, de
cada equipo docente y de cada institución, puertas adentro, que sin
necesidad de viajar cientos de kilómetros ni de participar de eventos de estas
características será la base para
fundamentar los cambios que nos conduzcan a una Educación más equitativa, a una
práctica docente más innovadora que esté a la altura de los tiempos que nos
tocan y a ser verdader@s facilitadores de aprendizajes
cada vez más significativos en estudiantes cada vez más autónomos.
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