Hoy les proponemos (re) pensar un poco cuatro o cinco términos que son de gran importancia en nuestra tarea y que usamos, a veces, (casi) sin pensar: “evaluar”, “aprendizajes”, “planificar”, “enseñanza” y “reflexionar”.
¿Cómo? ¿No es eso lo que el Blog propone hace ya más de un año? Sí, pero hoy lo vamos a hacer de otra manera, digamos “desde otro lugar” o, mejor dicho, poniendo las palabras en otro lugar, en otro orden. Aún así suena a una tarea titánica pero esta idea de cambiar el orden de las palabras tiene que ver con un recorte bastante particular que acota (en mucho) el análisis y lo convierte en, digamos, posible.
Es por eso que en este texto no vamos a definir los términos “evaluación”, ni “aprendizajes”, ni “planificación”, ni “enseñanza”. Ni siquiera vamos a profundizar en lo relevante que resulta, en nuestras prácticas docentes, el posicionamiento que tengamos sobre esos términos. La idea es, simplemente (pero de una manera no tan simple), invertir el orden en que esas palabras suelen aparecer y ver qué pasa.
Antes de ver cómo podríamos “re-ordenarlas” para el ejercicio que queremos proponerles en esta oportunidad, l@s invitamos a pensar cómo suelen aparecer “ordenadas” o combinadas estas cuatro palabras. Lo más habitual o lo más fácil pareciera ser juntar “evaluación” con “aprendizajes” y “planificación” con “enseñanza”. Veamos.
Se ha escrito muchísimo sobre “evaluación de los aprendizajes” y está muy bien. Tod@s coincidimos (aunque no siempre en los cómo, los cuándo, los dónde, los porqué o los para qué) en que “evaluar los aprendizajes” de nuestr@s estudiantes es una de nuestras tareas docentes y, por cierto, una muy importante. También es probable que tod@s coincidamos (aunque no siempre en los cómo, los cuándo, los dónde, los porqué o los para qué) en lo relevante que resulta (tratar de) “planificar la enseñanza” y reflexionar sobre ella.
Sobre estas dos tareas se ha hablado y escrito mucho, incluso desde este lugar hemos analizado (o intentado analizar), en alguna ocasión, aspectos relacionados con las mismas. Ahora, ¿qué pasaría si cambiamos el orden de las palabras? Entonces tendríamos que preguntarnos por dos (nuevas) tareas bien distintas y (al menos) tan importantes como las anteriores: “evaluar la enseñanza” y (tratar de) “planificar los aprendizajes” y reflexionar sobre ellos.
Como cambia el sentido, no?
En esta (nueva) manera de pensar (y de actuar) tendríamos que imaginar (y utilizar) estrategias para “evaluar” nuestros objetivos, nuestras prácticas, nuestras propuestas; así como su relevancia, su pertinencia, su eficacia y, si fuera necesario, tendríamos que utilizar los resultados de esa evaluación para tomar decisiones fundamentadas de mejoras y cambios. Del mismo modo, deberíamos intentar planificar qué, cómo, cuándo y dónde aprenden nuestr@s estudiantes; lo que es, evidentemente, muy difícil y nos veríamos obligados a reflexionar sobre lo que real y efectivamente aprendan y a analizar las diferencias con lo que planificamos o esperábamos.
¿Es más trabajo? Sí. ¿Es más complejo? Sí. ¿Lleva más tiempo? Sí. ¿No podemos “copiar y pegar” de una planificación vieja o de “la prueba del año pasado”? No. Pero puede sernos de gran ayuda para mejorar nuestras prácticas y ser cada vez más facilitadores de aprendizajes, cada vez más significativos, en nuestr@s estudiantes, cada vez más autónomos.
L@s invitamos, entonces, a invertir la lógica: evaluar la enseñanza y (tratar de) planificar los aprendizajes y reflexionar sobre éstos.
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